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05-04-2004

La política salvadoreña, el día después de la elección

En un contexto político marcado por una participación récord, el candidato oficial Elías Tony Saca obtuvo en primera vuelta, y por una amplia diferencia, la presidencia salvadoreña. Sin embargo, los desafíos políticos que deberá resolver son aun importantes.
Por Andrea Kobilsky

Relatan las crónicas periodísticas del día después que las urnas quedaron chicas  para albergar las boletas del aluvión de ciudadanos empadronados que votaron el pasado domingo 21 de marzo en El Salvador. El 67,3 por ciento de los electores que desbordaron los centros de votación en todo el país marcaron un récord de participación. Se trata de los comicios de mayor afluencia en la historia electoral del país, incluso más concurridos que las elecciones de 1994, las primeras después de la finalización de la guerra civil y la firma de los acuerdos de paz.

Pero hubo más de un récord ese domingo. Elías Tony Saca, el candidato de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y presidente electo de El Salvador, se consagró ganador con el 57,7 por ciento de los votos, la cifra más alta alcanzada por el partido desde su fundación hace más de veinte años. El respaldo contundente que recibió Saca en las urnas, tendencia que anticiparon las últimas encuestas que se difundieron durante la semana anterior a los comicios, se impuso con fuerza sobre los pronósticos de segunda vuelta que habían protagonizado el debate electoral de los meses previos.

Schafik Handal, el candidato efemelenista, también logró una marca, a pesar de haber sido el gran perdedor esa noche. El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) obtuvo el 35,7 por ciento de los votos, el resultado más importante (tanto en términos porcentuales como en cantidad de votos) alcanzado por el partido en la tercera elección presidencial en la que competía. Claro que este resultado hubiese sido impensable para los efemelenistas hace apenas un año, cuando el partido de izquierda salía victorioso de las elecciones legislativas y municipales de mitad de período, y los pronósticos electorales prematuros señalaban una ventaja de más de 15 puntos por sobre una golpeada ARENA.

La polarización se sumó a la lista de acreedores de marcas históricas. Los dos principales partidos se llevaron poco menos del 95 por ciento de los votos válidos, mientras que los dos pequeños contendientes que luchaban contra el duopolio de los grandes tuvieron finales amargos. La ley electoral salvadoreña establece que los partidos y coaliciones deben alcanzar un porcentaje mínimo de votos válidos en elecciones presidenciales o legislativas para seguir existiendo como tales. Ninguno de los dos llegó al número legal mínimo y hoy se encuentran inmersos en crisis internas, al borde de la desaparición.

Los desafíos del nuevo gobierno.

ARENA ganó esta elección con los votos de todo el país. Derrotó al FMLN en los 14 departamentos de El Salvador, y triunfó en 245 municipios sobre el total de 262 en que se divide el país. San Salvador, principal bastión de la oposición, también respaldó al candidato arenero: Saca logró una ventaja de más de 15 puntos entre los votantes capitalinos. Pero más allá de esta contundente y pareja victoria, el presidente electo no olvida que la oposición efemelenista logró sus mejores resultados esta vez, aún con un candidato tan resistido y cuestionado como Handal. El futuro mandatario sabe también que su mayor desafío descansará acaso en la apertura y capacidad de diálogo que pueda demostrar su gobierno. Para cuando culmine el mandato de Saca, ARENA habrá gobernado El Salvador durante 20 años ininterrumpidos. Demasiado tiempo sin alternancia, argumentan  con cierta preocupación muchos salvadoreños.

El discurso que dio Tony Saca la noche del 21 de marzo estuvo cargado de un fuerte tono conciliador. Saca hizo un llamado a toda la clase política a “dejar de lado el revanchismo para contribuir al clima de armonía social”. Afirmó que gobernaría para todos los salvadoreños y que una de sus principales tareas como primer mandatario sería la de tender puentes de entendimiento con la oposición. El mensaje del presidente electo fue claro: su gobierno podrá cumplir mejor con sus promesas en la medida que logre convivir con las fuerzas opositoras.

Una de las primeras acciones que tomó Saca en esta etapa de transición fue el armado de una comisión mixta, compuesta por figuras independientes de trayectoria reconocida y por integrantes del equipo arenero, que tendrá como objetivo evaluar perfiles y sugerir nombres para la conformación del futuro gabinete de gobierno. Este proceso que hoy emprende Saca fue liderado con éxito  por Francisco Flores hace cinco años, y se lee como un primer gesto concreto de apertura del futuro mandatario.

Todo indica que a pesar del mayoritario apoyo obtenido en las urnas, el equipo que acompañará a Saca durante los próximos años deberá enfrentar un Congreso y un Poder Judicial hostiles. El FMLN, hoy primera minoría en la Asamblea Legislativa, ha declarado que su oposición al gobierno arenero se hará efectiva en el Congreso. Handal afirmó en reiteradas ocasiones que los diputados efemelenistas seguirán en pie de guerra contra el Tratado de Libre Comercio, contra las privatizaciones, y contra la dolarización.

El Partido de Conciliación Nacional (PCN), uno de los pequeños partidos que hoy ve amenazada su existencia, podría condicionar el apoyo de su bancada a que ARENA les tienda una mano que les permita sobrevivir. Tony Saca no estaría dispuesto a ayudar a los pecenistas, aliados tradicionales de ARENA. El presidente electo afirmó que “no debemos hacer en la Asamblea lo que el pueblo no hizo en las urnas”.  Así las cosas, el Congreso será uno de los escenarios clave para garantizar la gobernabilidad de los años venideros. Y el primer conflicto para llevar a la práctica la política de conciliación anunciada por Saca será el debate para la aprobación del presupuesto del año 2004. 

La segunda prueba difícil para el nuevo gobierno residirá en la delicada relación con un Poder Judicial enfrentado al saliente gobierno. La política de seguridad  de mano dura impulsada por el presidente Flores ha sido duramente criticada y resistida por los jueces por considerarla inconstitucional. Tony Saca ha garantizado durante su campaña que le dará continuidad a las acciones de su predecesor en la lucha contra la delincuencia. El plan “súper mano dura” ha sido incluso una de las apuestas fuertes del candidato arenero. El Congreso aprobó recientemente la nueva Ley Antimaras sin el apoyo del FMLN, y los jueces ya han manifestado su negativa a aplicar la norma. El desafío de Saca estará nuevamente ligado a su habilidad para materializar sus llamados a la conciliación y el diálogo.

La oposición en crisis.

Schafik Handal anunció que sería candidato hace poco más de un año, en medio de los festejos y del entusiasmo por el buen momento de su partido. Los planteos del ala moderada contra la candidatura de Handal derivaron en internas, ganadas ajustadamente (y hay quienes dicen que con fraude) por el viejo caudillo ortodoxo. El argumento que Handal y los suyos reiteraron en defensa de su discutida candidatura fue que el FMLN ganaría con cualquier candidato en marzo del 2004. Pero el candidato efemelenista subestimó al electorado salvadoreño, que tiró por la borda su desmedido optimismo, condenándolo a muerte súbita en primera vuelta, sin posibilidad de repechaje.

El hecho que la ciudadanía le haya otorgado al FMLN sendos votos de confianza en las sucesivas elecciones legislativas y municipales que han tenido lugar durante los últimos años, no significa que esté dispuesta a firmar un cheque en blanco con los efemelenistas en elecciones presidenciales. Los salvadoreños son conscientes que no hay por ahora alternancia presidencial, pero han puesto a prueba al FMLN a nivel local, y le han pedido que ejerza un rol como contrapeso de ARENA en el legislativo. El gran desafío del principal (¿y único?) partido opositor en los próximos años será ejercer una oposición madura y constructiva al futuro gobierno. El ala de los moderados dentro del FMLN, liderada por un grupo activo de alcaldes y diputados, sabe que el partido no logrará ser competitivo si antes no atraviesa un proceso interno en esa dirección.

Claro que los ortodoxos encabezados por Handal no opinan lo mismo. El caudillo efemelenista, fiel a sí mismo después de conocer su derrota, se liberó de la moderación recetada (y hasta suplicada) por sus asesores de campaña y se negó a reconocer el triunfo de Tony Saca. Los ortodoxos argumentan que ARENA ganó de manera desleal con una campaña de miedo contra el FMLN. “La lucha continúa –declamaba Handal hace unos días– el país va a sufrir porque aquí habrá resistencia sin tregua”. Los moderados reclaman adelantar las elecciones internas para elegir nuevas autoridades, y garantizar que el proceso sea transparente. Los partidarios de Handal no parecen dispuestos a hacer concesiones, y todo indica que la pulseada entre unos y otros será intensa.  

Lo cierto es que los salvadoreños seguirán expectantes los primeros pasos del futuro gobierno, como también el proceso interno del principal partido opositor, que definirá su evolución hacia una fuerza política madura o su retroceso hacia una oposición cada vez más radical. El pasado 21 de marzo, el electorado manifestó un entusiasmo inédito por participar. Pero los ciudadanos no sólo eligieron un gobierno, sino que también designaron una oposición. Será de esperar que en los próximos años cada partido asuma la responsabilidad que le toca por los votos obtenidos en las urnas. Y que juntos transiten este camino hacia una democracia más madura.

Andrea Kobilsky
Andrea Kobilsky
Licenciada en Ciencias Políticas, Universidad de San Andrés. Directora de proyectos de Felipe Noguera Consultores.
 
 
 

 
 
 
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