Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

Prensa

Promoción de la Apertura Política en Cuba

17-12-2006

Ceguera ideológica

Fuente: Cubaencuentro.com (España)

La lógica pinochetista en la defensa de la dictadura de Fidel Castro.

Pinochet y Castro, durante una visita de este último a Chile en los años setenta.

Mientras en la tarde del 10 de diciembre de 2006 moría en Santiago de Chile el dictador Augusto Pinochet, en La Habana seguía internado con diagnóstico secreto el dictador cubano Fidel Castro. Ambos, además de tener en común la violación a los derechos humanos, comparten entre sus seguidores la idea de que el fin justifica los medios.

En los dos casos se desprecian las libertades democráticas fundamentales, cuya represión representa para sus defensores un "detalle menor" ante algo mucho más importante como "combatir al comunismo y garantizar las libertades económicas", en el caso de Pinochet, o "combatir al imperialismo y asegurar los derechos sociales", en el caso de Castro. Así, los extremos se tocan y utilizando la misma lógica los termina uniendo su desprecio por los derechos fundamentales.

El caso de la lógica pinochetista

Además de ser una de las tantas dictaduras militares de América Latina que llegó al poder a través de un golpe de Estado para "evitar el comunismo", el caso del pinochetismo es el ejemplo emblemático de la implementación de reformas económicas de mercado bajo la supresión de libertades civiles y políticas, y por tal motivo se lo ha calificado de "fascismo de mercado".

Por eso, el pinochetismo es más que una dictadura y representa el atajo de la derecha antidemocrática para promover políticas de mercado. Así, el pragmatismo del pinochetismo puede verse actualmente en China o Singapur, por lo cual algunos referentes del "fascismo de mercado" llegan a sentenciar que "en China hay más libertad que en Francia", pues para ellos la libertad se circunscribe a lo económico.

También el pinochetismo encierra la teoría de que las reformas de mercado requieren de mano dura, o sea, de una dictadura, pues su implementación es dificultosa en una democracia donde los grupos afectados ejercen una presión muy grande para mantener sus privilegios y evitar así privatizaciones o desregulaciones de su sector.

Curiosamente, la lógica pinochetista es también aplicada en la actualidad por los gobiernos "progresistas" de América Latina en su política exterior con China. Efectivamente, los gobiernos de la Concertación chilena, de Kirchner en Argentina y de Lula en Brasil, priorizan el intercambio comercial con la dictadura china sin mostrar ningún tipo de consideración por la violación de los derechos humanos en el gigante asiático.

Pinochet a la cubana

Aunque nadie se atrevería a justificar las atrocidades del nacionalsocialismo de Hitler en Alemania, ya sea argumentando que la construcción de autopistas garantizó el "pleno empleo" o que sus diabólicos experimentos produjeron en algunos casos avances en la medicina, en el caso de la defensa de la revolución cubana de Fidel Castro se utiliza una lógica similar a la del pinochetismo.

Para los defensores del castrismo, la supresión de las libertades civiles y políticas, más las económicas y sindicales, son cuestiones secundarias que se justifican por algo más importante para el Estado como garantizar los derechos sociales y —como toda dictadura— agregarle el componente orwelliano de la amenaza externa. Este es el lugar común en la defensa o justificación de la larga dictadura de los hermanos Castro, a la cual apelan desde los fanáticos castristas; pasando por los periodistas, artistas y deportistas frívolos; y las personas más desinformadas que simplemente repiten desde su comodidad las frases hechas de la propaganda cubana.

Lo cierto es que muchos de quienes viven en Cuba apelan a cualquier recurso para salir de su país, arriesgando incluso sus vidas, lo cual evidencia que prefieren la libertad y la incertidumbre económica de las democracias en lugar de la represión y los "logros de la revolución". Igualmente, está claro que quienes desde América Latina emigran buscando un destino en el cual tengan una mejor calidad de vida, no es precisamente a Cuba adonde se van a radicar. En ambos casos, el "voto con los pies" es un dato, por demás elocuente, frente a los resultados de la revolución cubana.

En definitiva, lo que demuestra la lógica del pinochetismo y el castrismo es un desprecio hacia las libertades democráticas fundamentales, donde el fin justifica los medios, y en ambos casos se trata de vidas humanas. Eso sí, tanto la lógica pinochetista de la derecha ultraconservadora, como la de la izquierda fascista y antidemocrática que defiende fanáticamente a la dictadura de los hermanos Castro, son un reflejo de lo poco consolidados que están los valores democráticos en América Latina. Y eso es lo más preocupante de ambas dictaduras: el legado represivo en que se basan sus políticas económicas o sociales y que por derecha e izquierda encuentran una gran cantidad de seguidores que coinciden en su desprecio a los valores democráticos, que representan un gran avance de la libertad y de la convivencia política.

A diferencia de cualquier tipo de dictaduras, en democracia las políticas públicas, con mayor o menor intervención del Estado, se aprueban por consenso y pueden ser modificadas a través de los cambios de gobierno que se producen en las elecciones libres y competitivas. Son políticas muchas veces lentas, necesariamente graduales, cuyos logros económicos y sociales se consolidan en el mediano y largo plazo con alternancia en el poder. Entender esto es desarrollar una cultura democrática, lo cual todavía representa un gran desafío para el futuro de América Latina.

Pinochet, Castro y la ceguera ideológica

A pesar de utilizar la misma lógica represiva las dictaduras de Pinochet y Castro, no han recibido la misma consideración de parte de la comunidad democrática internacional.

Efectivamente, mientras resulta muy generalizado el rechazo internacional al dictador chileno, no sucede lo mismo con el cubano, cuya dictadura lleva casi medio siglo y, como en las monarquías absolutas, el poder se traspasa de manera hereditaria. Y, precisamente, uno de los motivos que ha mantenido en pie a la larga dictadura cubana es la complacencia internacional, en algunos casos debido a la ceguera ideológica por la cual se condena a un dictador de derecha como Pinochet, pero no se hace lo propio y se trata de justificar lo injustificable ante uno como Fidel Castro, por la coincidencia con sus políticas "antiimperialistas".

Un ejemplo de lo anterior es el poco apoyo y la falta de solidaridad internacional que tuvo el Proyecto Varela, una iniciativa similar a la que en Chile permitió terminar con la dictadura de Pinochet. Efectivamente, al igual que en el país austral, la Constitución cubana contenía un artículo que permitía la convocatoria a un referéndum si se reunían como mínimo 10.000 firmas.

Oswaldo Payá Sardiñas, principal promotor del Proyecto Varela, reunió 11.020 firmas que presentó ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, pidiendo apertura política y económica. Sin embargo, su iniciativa nunca fue considerada y Castro respondió con un simulacro de referéndum, convocado en cuatro días, donde se modificaba el artículo al que recurrió Payá y se declaraba "irreversible a la revolución". A su vez, la dictadura castrista lanzó en marzo de 2003 una ola represiva contra opositores pacíficos, principalmente dirigida a promotores del Proyecto Varela, los cuales fueron condenados hasta por 28 años de prisión.

Cualquier tipo de dictadura es condenable, pero la complacencia internacional hacia cierto tipo de algunas, como es el caso de la de Fidel Castro, demuestra que aún en los países democráticos se mantiene un resabio autoritario al avalar este tipo de regímenes primitivos.

Al respecto, el periodista Robert Cox, un héroe en la defensa de los derechos humanos en Argentina, se planteaba lo siguiente en el prólogo del libro Otra grieta en la pared, de Fernando Ruiz, publicado en el año 2003: "En mi trabajo para la Sociedad Interamericana de Prensa, dos veces como presidente de la Comisión de Libertad de Prensa y como presidente de la Sociedad entre 2001 y 2002, he encontrado más similitudes que diferencias entre gobiernos de la derecha llamados autoritarios y regímenes totalitarios de la izquierda. Cuando estuve en Cuba, reconocí las mismas técnicas de las fuerzas de represión en contra de los disidentes que en el Chile de Pinochet o en la Argentina de Videla. Pero hay una enorme diferencia de percepción. Los horrores cometidos bajo Pinochet y Videla son universalmente reconocidos y condenados. Pero la dictadura de 44 años es celebrada y Fidel Castro puede deleitarse con la admiración recibida en Buenos Aires durante su estadía en ocasión de la asunción del presidente argentino Néstor Kirchner. Muchas veces me he preguntado por qué Castro no es abominado como lo es Pinochet, teniendo, en mi opinión, muchísimo en común. Aun aquellos que impulsan la causa de los derechos humanos y se identifican con estas ideas ven al régimen castrista desde una perspectiva distinta, desde otro punto de vista".

Una respuesta al planteo de Cox sería que la condena a Pinochet y la complacencia con Castro demuestran la ausencia de una honesta defensa de los derechos humanos, cuando ambos dictadores comparten la misma lógica represiva. Lamentablemente, ejemplos de personas como Cox no abundan en América Latina, porque en cada caso son víctimas de lo que el periodista definió como "ceguera ideológica".

* Gabriel Salvia es presidente del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).

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