¡Vos también podés ser parte!
(7 Miradas) Si bien es algo viejo como la política, a medida que se van encendiendo las estufas y se va entibiando el clima electoral, pareciera que se abre la temporada de noticias falsas, fake news, operetas, tergiversación, manipulación, en definitiva: des información.
Vamos por partes, ¿qué son las fake news y porque los expertos prefieren no llamarlas más así? La idea más extendida, es que se trata de información construida a base de contenido falso o tergiversado y que su función principal es la de manipular a la opinión pública. Sin embargo, a nivel global los estudiosos del tema están tratando de desarmar este molde conceptual, justamente porque al ser un molde su contenido no es un concepto unívoco y el significado de fake news puede variar de acuerdo a quien lo use.
Es fácil imaginar que las fake news salen de lúgubres tugurios en el que se dedican a escribir mentiras, mientras del otro lado de la ecuación están los “medios serios” que hacen periodismo veraz. Esta visión dual de buenos y malos no ayuda a la hora de pensar el fenómeno de manera amplia, y por eso cada vez más en Argentina vamos a escuchar hablar de “des-información” para englobar todo el universo de noticias falsas, ya sea que tengan una intencionalidad específica o sean el fruto de la ignorancia, que salgan de un panfleto partidario o de un reconocido diario.
Es obvio que por extensión, potencia, posibilidades y falta de control, las redes sociales posibilitan el caldo de cultivo ideal para generar y difundir desinformación. A estos cañones se le suma el adicional de Whatsapp, en el que intervenir es prácticamente imposible por ser una red de conversación privada, aunque ya escuchamos al oficialismo queriendo ir a buscar votos al chat de “las mamis”. Frente a esta fiebre comunicadora, ¿quién podrá defendernos?
Hay un amplio debate global sobre el tema: ¿por dónde debe pasar el control? Si es por el lado de la manufactura de la noticia, hay riesgo de censura. Si es por el lado de la distribución, se tocan demasiados intereses económicos de las pocas plataformas que concentran el tráfico de usuarios consumidores de noticias. Entonces, a la vieja usanza de los teóricos de la opinión pública, con lo único que podemos contar de manera certera es con la educación. La idea es aprender a distinguir el pescado podrido antes de compartirlo.
Qué podemos hacer? Lejos de agotar una lista exhaustiva, aquí van algunas recomendaciones para todos aquellos que se meten en el barro de las campañas:
El tema es inagotable sobre todo porque está todo por hacerse en materia de desinformación. Lo importante es que no nos tome por sorpresa y que podamos levantar la vara sobre lo que esperamos para nuestra dieta informativa.
Al final, si parece que todos mienten todo el tiempo, el efecto de la proliferación de mentiras verdaderas terminará por anularse en el mediano plazo.
Fuente: 7 Miradas (Buenos Aires, Argentina)