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30-09-2019

Sudáfrica y el fin del Apartheid: Lecciones para Cuba

La transición pacífica, ocurrida en Sudáfrica entre la experiencia autoritaria y racialmente segregacionista y la llegada de la democracia en 1994, constituye un caso modélico en la historia no solo africana sino universal, que ha hecho de Nelson Mandela un ícono consagrado a nivel mundial. El 27 de abril de 1994 tuvo lugar un día histórico y sin precedentes en Sudáfrica. Millones fueron convocados a votar en un clima de gran optimismo que marcó un cambio de era e implicó el final de una de las historias más largas de lucha del pasado contemporáneo. La gestión inició con un gobierno de unidad nacional que abogó por una estrategia de reconciliación antes que por el revanchismo.
Por Omer Freixa

En 2019 se cumplen tres aniversarios, dos a remarcar en la historia africana y otro en Cuba. Se asiste al cuarto de siglo del fin del apartheid en Sudáfrica, siendo testigo de las primeras elecciones libres y democráticas en ese castigado país del sur africano y, por otra parte, el 25° aniversario del genocidio más veloz de la historia, el ocurrido en Rwanda entre abril y julio de 1994, con al menos 800.000 muertes. Tercero, la Revolución Cubana alcanzó los 60 años desde que un grupo guerrillero revolucionario se hiciera con el control de La Habana, el 1° de enero de 1959, provocando la caída de la dictadura de Fulgencio Batista y la huida de ese dictador. Pero en la isla del Caribe no llegó una verdadera Revolución, conforme atestigua el paso del tiempo.

La transición pacífica, ocurrida en Sudáfrica entre la experiencia autoritaria y racialmente segregacionista y la llegada de la democracia en 1994, constituye un caso modélico en la historia no solo africana sino universal, que ha hecho de Nelson Mandela un ícono consagrado a nivel mundial. Pero no fue solo este hombre el responsable de evitar que Sudáfrica descendiera al infierno en los cruciales años 1990-1994, disipando el riesgo de una muy temida guerra civil. Existe una trayectoria de lucha compartida por un pueblo que resistió la opresión racial y recibió apoyo internacional. Varios líderes se hicieron famosos en Sudáfrica, de los cuales destaca sin duda Mandela.

El camino sudafricano

El apartheid no surgió como un acto de magia. Los primeros pasos se habían dado mucho tiempo antes de su instalación formal en 1948, año este último en el que llegó el Partido Nacional (National Party, NP), fundado en 1943, que aglutinó a la minoría más racista del país, de origen afrikáans, descendiente de los primeros inmigrantes y colonos blancos llegados a África austral, procedentes de la actual Holanda, a mediados del siglo XVII. Los ingleses los siguieron tiempo más tarde y esa presencia compartida sentó un foco de conflicto por el control de la región en el cual la población africana se llevó la peor parte.

En 1910, derrotado el grupo bóer tras dos guerras, Sudáfrica alcanzó el status de dominio constituyéndose la Unión Sudafricana y bajo una bonanza minera que, iniciada unas décadas antes, impulsó más transformaciones y continuó provocando el perjuicio a la mayoría africana. Una de las primeras medidas fue en 1912 extender, sin ninguna compensación a los sectores afectados, la expropiación de tierras. Al año siguiente se prohibió a la mayoría negra adquirirlas, facilitando el control de la mano de obra migrante vital para la explotación minera procedente, también, de colonias vecinas portuguesas como Angola y Mozambique.    

Dichas medidas propiciaron la fundación en 1912 del Congreso Nacional Africano (ANC, por su sigla en inglés), para protestar por la exclusión de la mayoría negra, en forma pacífica, y el cual sería el principal partido de oposición al futuro apartheid y el responsable principal de su disolución y caída en las postrimerías del siglo pasado. Las medidas en contra del grueso de la población no cesaron. En 1936 el Acta de Fideicomiso y de la Tierra Nativa reforzó la restricción de tierras previa y en 1946 le llegó el turno a la comunidad de origen asiático mediante el Acta de Tenencia de Tierra Asiática, entre otras medidas que cercenaron más derechos en general.

Aprovechando una coyuntura económica desfavorable, el grupo afrikáans, una minoría blanca y poderosa, se alzó con el poder tras ganar las elecciones de 1948, instalando un régimen supremacista racial que deshumanizó a la mayoría oprimida. Reforzando medidas precedentes, en 1949 el gobierno prohibió los matrimonios mixtos y al año siguiente impuso sobre la población un registro a efectos de delimitar la raza de cada persona, además de proscribir al Partido Comunista. El Acta de Áreas de Grupo delimitó zonas separadas con el fin de que no se mezclaran los grupos raciales y al año siguiente también se segregó, por razones de pertenencia racial, a los electores. Una ley de 1952 creó el sistema de pases y prohibió el movimiento de personas no blancas por territorio de la Unión, salvo con expresa autorización del gobierno.

Lucha y reconciliación

La política de tierras del apartheid alienó a la mayoría de la población y desencadenó la resistencia contra el régimen visiblemente a partir de la década de los sesenta. Al comienzo de esa década, el 21 de marzo de 1960, una manifestación en una localidad llamada Sharpeville, contra el sistema referido de pases, desató la represión estatal y la muerte de 69 manifestantes. Como primera medida, el gobierno proscribió al ANC, partido que se radicalizó, creando su brazo armado, y desde aquel momento inició más de dos décadas de exilio, clandestinidad y lucha armada. La conmoción causada por la tragedia superó la escena local y desde ese momento hizo correr una campaña de desprestigio al régimen racista, intensificada con el paso del tiempo. A raíz de lo anterior, Naciones Unidas condenó y sancionó a Sudáfrica en cuatro ocasiones: 1962, 1969, 1973 y 1977. También varios países fueron rompiendo relaciones con la nación sudafricana que quedó cada vez más aislada a nivel internacional.

Otro episodio que provocó la reprobación del apartheid ocurrió en 1976, en la localidad de Soweto, cuando el gobierno racista reprimió una manifestación estudiantil cuyos integrantes protestaban contra la imposición del idioma afrikáans en las escuelas al mismo nivel que el inglés. La represión gubernamental provocó, según cifras oficiales, 23 muertes, pero se habló de unas 700, en su gran mayoría jóvenes estudiantes. La enérgica condena tras esto granjeó más antipatía al gobierno sudafricano. Otra cuestión espinosa para el régimen fue la perpetuación de la ocupación ilegal de la ex África Sudoccidental Alemana, hoy Namibia, territorio consignado como mandato regido por Sudáfrica al fin de la Primera Guerra Mundial.

Conforme la condena local e internacional iba en ascenso, la reacción defensiva del gobierno no se hizo esperar, en una virtual guerra civil a comienzos de la década de 1980, aunque también comenzó un proceso de reestructuración del armazón racista que, por caso, en 1985 condujo a la eliminación de la prohibición que pesaba sobre los matrimonios mixtos y al año siguiente a levantar la restricción oficial del control de acceso a las ciudades. Sin embargo, las medidas más coercitivas no terminaron. Por ejemplo, se declaró el estado de excepción en todo el país y se lanzó una “estrategia total” para defender al sistema de la amenaza presente desde el movimiento de liberación y sus aliados.

Las medidas más contundentes comenzaron a principios de la década del noventa. Por empezar, la liberación de varios presos políticos, de los cuales sobresale Nelson Mandela, el 11 de febrero de 1990, tras 27 años de prisión, y el fin de la proscripción que pesaba contra el ANC y otros. En 1991 se aprobó la erogación de la Ley de Registro de Población.

Una década de resistencia y malestar económico, más la presión y los cambios internacionales, con la caída del bloque soviético como central, gestaron una crisis en el seno de la agrupación gobernante, provocando la salida del NP y el ascenso de Frederik de Klerk, un reformista a diferencia de su antecesor, Pieter Botha. Frederik de Klerk y el ANC negociaron la salida a la democracia. Por ello, Mandela y él recibieron el Premio Nobel de la Paz en 1993. Sin embargo, no hay que perder de vista que varios de los camaradas de Mandela fueron asiduos luchadores contra el apartheid y colaboraron con el proceso señalado de descomposición de este sistema.

Elecciones y un nuevo amanecer

El 27 de abril de 1994 tuvo lugar un día histórico y sin precedentes en Sudáfrica. Millones fueron convocados a votar en un clima de gran optimismo que marcó un cambio de era e implicó el final de una de las historias más largas de lucha del pasado contemporáneo.

Se dieron algunos actos de violencia y existieron expectativas previas bastante pesimistas. Varios grupos supremacistas, temiendo un triunfo del ANC, concibieron la posibilidad de huir del país mientras otros se armaron fuertemente.

Sin embargo, las elecciones se desarrollaron en paz y con un resultado que no causó sorpresa, el triunfo del ANC con el 62,5% de los votos, sobre alrededor de 20 millones de votantes, y alcanzando algo más de la mitad de los escaños en la Asamblea Nacional, sin llegar a la mayoría parlamentaria. Mandela, sobre quien la mayoría de la sociedad depositó una gran expectativa, fue investido primer presidente negro y democrático de Sudáfrica el 10 de mayo en un ambiente festivo y cordial, que congregó a varios líderes internacionales.

La gestión inició con un gobierno de unidad nacional que abogó por una estrategia de reconciliación antes que por el revanchismo. No obstante, la unidad duró poco pues a dos años de iniciado el mandato de Mandela, la coalición sufrió una ruptura al retirarse el National Party. El principal desafío del mandatario electo era superar el legado más visible del apartheid, la enorme brecha racial que se traduce al día de hoy en un fuerte desequilibrio socioeconómico entre quienes más tienen frente a los más desposeídos, siendo casi siempre el primer grupo blanco y el segundo negro.

La primera presidencia del ANC se caracterizó por la austeridad, difiriendo bastante de los últimos tiempos. El anteúltimo presidente, Jacob Zuma, fue destituido en febrero de 2018 por la plana del partido gobernante ante numerosas acusaciones que incluían cargos por corrupción. Sobre el destituido pesaron 783 causas. La corrupción es uno de los temas que más preocupa a la ciudadanía sudafricana y una causa de la pérdida de legitimidad y mala imagen que recae hoy sobre el ANC.

La corruptela, la situación económica y la brecha socioeconómica, esta última legada por el apartheid, fueron los temas focales de la última campaña electoral que llevó a la reelección en mayo pasado del entonces reemplazante de Zuma en 2018, Cyril Ramaphosa, uno de los hombres más ricos del país, imponente empresario y de pasado sindical. Pese a los problemas existentes, que no son pocos, y la crisis de legitimidad del ANC, Sudáfrica desde 1994 vive en democracia y la continuidad del modelo, más el pasaje pacífico que lo logró, deberían ser un faro inspirador en otras latitudes del mundo. Por empezar, para algunos países africanos que viven asolados por dictaduras cuasi eternas como el caso más llamativo, Guinea Ecuatorial (desde 1979). Por otra parte, aunque haya sido un proceso más reciente, Sudáfrica mantiene un cuarto de siglo democrático sin interrupciones de ningún tipo.   

Cuba y la democracia

La Cuba revolucionaria mantuvo su compromiso con la lucha contra el apartheid y apoyó a las fuerzas que se opusieron a dicho sistema, así como a otras que en distintos puntos de África combatieron al colonialismo. La guerra civil desatada en Angola en 1975, a partir de la independencia de este país de manos portuguesas, involucró el envío de combatientes cubanos en apoyo de las fuerzas de liberación de raigambre marxista, unos 40.000 efectivos. Del otro lado, la oposición contó con el apoyo de los Estados Unidos y de la Sudáfrica racista, preocupadas por evitar un baluarte comunista en África del Sur.

La presencia cubana en Angola se mantuvo más de una década. El ejército local, con apoyo de la nación caribeña, impuso una dura derrota al enemigo sudafricano en Cuito Cuanevale, entre fines de 1987 y principios de 1988, que obligó al repliegue de las tropas invasoras de territorio angolano y, en el plano interno, fue una de las causas de la futura disgregación del apartheid así como de la emancipación de su colonizada Namibia en marzo de 1990.

La Habana reivindica la solidaridad internacionalista y la gran proeza referida en la década de los ochenta como uno de los mayores logros del país revolucionario. Sin embargo, la crítica señala que los enviados en las referidas misiones internacionalistas lo fueron contra su voluntad y muchas veces bajo coerción.

Si de algún modo Cuba contribuyó a forjar una Sudáfrica democrática, no obstante en la isla, desde 1959, hay elecciones pero no una auténtica democracia, a lo sumo un estilo democrático muy particular. Pese a la existencia de comicios a nivel local, donde la ciudadanía vota candidaturas y no a partidos, se trata de un régimen de partido único en el cual la cúpula dirigente se mantiene en el poder sin, al parecer, intención de cambio o de reforma del sistema.

La apertura democrática sudafricana no fue un caso aislado en África a comienzos de los noventa, sino que implicó el final de los regímenes de partido único establecidos hacía años, tras el soplo de aires renovados. A aproximadamente 30 años de esos hechos ocurridos en el continente, y a pesar de la elección por primera vez de una persona que no participó de los inicios de la Revolución Cubana, el actual presidente Miguel Díaz-Canel, no obstante sería interesante que la cúpula dirigente cubana recordara la importancia de esos bríos renovadores que soplaron en el pasado. En conclusión, si bien ya no gobiernan los hermanos Castro, la base del sistema político cubano se mantiene intacta y el Partido Comunista es la única e indiscutida fuerza suprema en un país sobre el cual recaen varias denuncias por violaciones a los derechos humanos.

Omer Freixa es Licenciado y profesor en Historia, graduado en la Universidad de Buenos Aires. Magíster en Diversidad Cultural y especialista en estudios afroamericanos por la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Investigador, docente y escritor. Colaborador free lance en sitios locales y españoles.

Omer Freixa
Omer Freixa
Consejero Consultivo
Magíster en Diversidad Cultural y especialista en estudios afroamericanos por la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Licenciado y profesor en Historia, graduado en la Universidad de Buenos Aires. Investigador, docente y escritor. Autor del sitio web www.omerfreixa.com.ar. Colaborador freelance en sitios locales y españoles.
 
 
 

 
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