Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

Artículos

Monitoreo de la gobernabilidad democrática

18-07-2020

La crisis de la pandemia y la oportunidad de una transformación en América latina: Ideas para pensar un mundo mejor después de la pandemia

América Latina debe reforzar su capacidad de estudio de escenarios posibles y de estrategias de desarrollo democrático. La prospectiva es necesaria para anticipar y actuar. Si el progresismo no amplía su mirada y expande sus alianzas se correrá el riesgo del triunfo electoral de gobiernos autoritario- populistas. La travesía, durante y después de esta crisis sanitaria-económica, será prolongada y ardua. Pero surgirán nuevas oportunidades de construir una sociedad más solidaria y sostenible.
Por Sergio Bitar

Esta pandemia del coronavirus creará condiciones propicias para impulsar transformaciones y avanzar hacia un mundo más justo y sostenible. Su impacto inmediato será negativo, profundo y duradero, y por ello esta crisis constituye una señal anticipada y una potente advertencia para cambiar de manera sustancial nuestra forma de vivir y organizar la sociedad.

Sobran antecedentes para imaginar un futuro oscuro. Lo importante es ser capaces de prepararse y actuar desde ahora para superar una realidad durísima. Esa tarea requiere una nueva visión, detectar las oportunidades que emergen y reunir las capacidades técnicas y políticas para concebir y construir un futuro más esperanzador, que transforme y resuelva los problemas más urgentes y abra nuevos horizontes.

Los sectores progresistas de América latina deben asumir la responsabilidad de impulsar transformaciones que corrijan las grandes fallas que la pandemia devela con intensidad y nitidez. El futuro estará condicionado por factores que no controlamos, pero no está predeterminado, lo construyen las personas. Para hacerlo bien se requiere entender las fuerzas en juego, tendencias globales, factores de cambio, y a su vez poseer una visión, fundada en valores, que articule los procesos, despeje parte de la incertidumbre, y priorice las estrategias y medidas. Una visión inspirada en valores, pero carente de un programa de cambios es poco eficaz. La elaboración de escenarios ayuda a discernir y elegir caminos. Ambos enfoques, visión fundada en valores y exploración de futuros posibles, permiten generar proyectos que posean sentido estratégico y orienten la acción.

¿Cómo transformar esta crisis sanitaria, económica y ecológica en una oportunidad? Este texto supone que ocurrirán impactos mayores cuyas consecuencias modificarán la organización de la vida social, provocarán transformaciones institucionales, disrupciones económicas y tecnológicas y cambiarán los de comportamientos personales. No tenemos claro cómo se retroalimentarán todos estos procesos, no existen experiencias que nos guíen. La vulnerabilidad personal, que no exime a nadie, podría predisponernos a modificar hábitos y relaciones de forma radical. En tales circunstancias, reformas urgentes que han sido peligrosamente postergadas, serán más viables de realizar. También surgirán nuevas oportunidades de cambio social, económico y tecnológico, que hoy apenas atisbamos. Su materialización dependerá de la conciencia de la sociedad y del liderazgo político.

I. CONCEBIR ESCENARIOS Y DISEÑAR NUEVAS ESTRATEGIAS

Inevitablemente, en medio de la incertidumbre y el temor, lo inmediato y urgente atrae toda la atención de gobiernos y personas. ¿Pero qué podemos atisbar si levantamos la mirada? Es imprescindible analizar escenarios futuros. La prospectiva (foresight), es un método para situarnos en distintos horizontes, incluso los más dramáticos. Permite identificar los obstáculos y oportunidades que puedan surgir. Al analizar distintos escenarios, desde los moderados hasta los disruptivos, se puede discernir los más plausibles para concentrase en ellos y deducir cursos de acción más efectivos.

Distintos pensadores vaticinan que “la actual pandemia global COVID-19 será vista en retrospectiva como un gran acelerador que nos hizo transitar desde la continuidad del pasado a una nueva era. Sólo un acontecimiento como éste, que desarma todas nuestras nociones preconcebidas, un quiebre epistémico, tiene el poder transformador general para alterar la condición humana” Nathan Gardels (The World Post, 21 marzo 2020)

La prospectiva complementa la coyuntura, da tiempo para adelantar y diseñar mejores políticas coyunturales e ir construyendo estrategias coherentes. Hacer prospectiva ayuda a los gobiernos, organismos internacionales, instituciones, empresas y sociedad civil.

Algunos países avanzados cuentan con capacidades de prospectiva, otros emergentes tienen muy escasos recursos humanos e institucionales para escrutar futuros y anticipar. Es indispensable, por tanto, crear unidades de futuro en los principales centros de gobierno, fortalecer los existentes y conectarlos con equipos de las regiones, empresas, universidades y educación escolar. A nivel global también se necesita acrecentar la capacidad prospectiva de las Naciones Unidas y de organismos internacionales.

La sociedad compleja exige pensar en el contexto de un sistema donde todos los procesos interactúan. No se puede analizar cada elemento por separado. Esta nueva forma de pensar la realidad es clave para anticipar en condiciones de alta incertidumbre. La prospectiva es una disciplina que deberá desarrollarse mucho e incorporarse a la educación y a la formación de quienes gobiernan o lleguen a gobernar.

¿QUÉ AMENAZAS SE AVIZORAN EN EL HORIZONTE?

Advertido de los riesgos de errar en circunstancias tan inciertas, aventuro seis principales riesgos que, según como se enfrenten, conducirán a cada país y a la humanidad por caminos distintos.

El cambio climático es el mayor reto, modificará la vida en todas sus dimensiones.

La pandemia y el cambio climático están íntimamente ligadas. Hasta días antes de la difusión exponencial de los contagios, el tema más angustiante era el cambio climático. Los datos se iban tornando alarmantes. Los últimos informes nos advertían los riesgos de escasez de alimentos, subidas del mar, amenazas a poblaciones costeras, calor y sequía, incendios, deshielos, desplazamientos de población. Así lo advertía Hans Joachim Schellnhuber, director emérito del Potsdam Institute: “El cambio climático está llegando al fin del juego, muy pronto la humanidad deberá elegir entre tomar acciones sin precedentes o aceptar que ya es muy tarde y sufrir las consecuencias…si continuamos por el camino actual hay un alto riesgo de terminar con nuestra civilización. La especie humana sobrevivirá de alguna manera, pero habríamos destruido casi todo lo construido en los últimos 2000 años”. (Existential climate-related security risk: A Scenario Approach, David Spratt & Ian Dunlop, mayo 2019).

La pandemia ha trastocado todo, pero ¿ha pospuesto esas preocupaciones? Lejos de hacerlas desaparecer, ambos fenómenos globales – pandemia, con su secuela económica, y el cambio climático- se retroalimentan entre sí. La pandemia ha despertado un sentido de amenaza inmediata a la vida, que nunca había logrado el tema ambiental. En cambio, ahora es muy posible que la percepción de peligro existencial de la pandemia se transfiera al cambio climático. La forma como los países y la comunidad internacional enfrenten la pandemia influirá bastante en la forma como se aborde el desafío del medio ambiente.

La escasez de agua pondrá en riesgo el consumo humano, afectará la producción de alimentos y provocará migraciones. La altura del mar subirá por el derretimiento de hielos en el Ártico y la Antártica, amenazando ciudades costeras; las inundaciones afectarán a numerosas ciudades y particularmente a las zonas donde habitan los más pobres; los incendios acrecentarán la deforestación, reduciendo la captura de CO2. Además, como lo advierte la FAO, “…el cambio climático impacta la agricultura más allá de los rendimientos de los cultivos…afecta también la calidad de los suelos, el ecosistema de los peces y los stocks, la diversidad de los paisajes, la epidemiología y la resistencia antimicrobiana a las pestes y enfermedades”. (FAO, The Future of Food and Agriculture: Alternative Pathways to 2050, 2018). Además, los cambios ambientales podrían crear nuevos riesgos biológicos globales.

Aumentará la desigualdad.

El virus, y sus impactos en el funcionamiento económico nacional y mundial, socavará aún más el sostén económico de las familias modestas. Mientras no se descubra un tratamiento para la enfermedad y vacunas para los sanos, el combate a la pandemia se hará conteniendo la propagación y contagios a través de mascarillas, higiene, distanciamiento, cuarentenas y toques de queda. Crecerá el desempleo y reducirán los ingresos de las familias más pobres y especialmente de los trabajadores informales, se perderá capital productivo, la recesión económica será prolongada, y puede existir desabastecimiento de algunos bienes y servicios. La brecha digital puede elevar la desigualdad. Los trabajadores manuales o los que desempeñan labores de servicio automatizables, y los niños sin equipos ni formación digital, pueden quedar atrás.

La democracia está amenazada.

Antes que estallara esta pandemia la democracia era asediada en muchos países, con gobiernos, instituciones y elites deslegitimadas. Cundía el rechazo a la desigualdad y a la corrupción, con economías casi estancadas y protestas en ascenso. La pandemia y la crisis económica agudizarán estas falencias. Si a ellas se agrega el temor y la vulnerabilidad, que predisponen a muchas personas a transar libertad por seguridad, pueden aumentar las tentaciones autoritarias. La expansión de la digitalización, el seguimiento y trazabilidad de cada persona, el pago directo a desempleados y pobres para que sobrevivan, están abriendo paso a sistemas de vigilancia y control social inéditos. Las fuerzas armadas que supervisan cuarentenas y toques de queda pueden tornarse habituales. Las personas, sintiéndose vulnerables, viviendo en la incertidumbre, podrían priorizar la inmediatez y la solución de sus problemas individuales, despertar el egoísmo en vez de la cooperación. Los gobiernos haciendo uso de las nuevas tecnologías para cuidar a cada uno de la enfermedad, también pueden utilizarlas para espiarlo y limitar su libertad. El estado de vigilancia (surveillance state) sería parte de la nueva realidad. Para prevenir y hacer seguimiento de la salud de cada persona serán beneficiosas las nuevas tecnologías, pero esas mismas tecnologías “sobre la piel” pueden extenderse al monitoreo de todas las actividades de una persona. Y luego ingresar a otro nivel, “bajo la piel”, que permite medir estados de ánimo (procesos químicos), y transitar desde el conocimiento de lo que cada persona hace a lo que la persona siente y piensa. El estado de derecho estaría en serio riesgo.

Debilitamiento de la capacidad productiva y el crecimiento.

La paralización de actividades productivas por la pandemia ocasiona baja de capital humano y de gestión, reduce la inversión y especialmente la inversión en investigación y desarrollo. El cambio tecnológico acelerará la expansión de unas empresas y la declinación o cierre de otras. El comercio internacional tiende a bajar su ritmo de crecimiento y ello afectará a países cuyas exportaciones están basadas en recursos naturales. La deuda pública se expandirá a un nivel difícil de sustentar en el futuro. La reactivación y luego la transformación de la estructura productiva requerirá innovación, reducción de contaminación, educación y grandes esfuerzos y será un proceso largo. Numerosas actividades se trasladarán a los espacios nacionales, y se modificaran las cadenas de producción globales para estar menos expuestos a dependencia externa.

Estados débiles que carecen de capacidad de conducir.

En la etapa inmediata el Estado deberá elevar su competencia para proteger la salud de todos, y aplicar mecanismos inéditos de entrega de dinero directamente a cada persona para alimentarse y sobrevivir, y a las empresas para mantener empleos y recuperarse. Y en el mediano plazo deberá reformarse de modo de coordinar, financiar y ejecutar las acciones necesarias para proteger a la población y forjar un estado de bienestar. Ejecutar estas funciones exigirá modificaciones mayores en la organización del Estado para reconvertir actividades productivas, acelerar la innovación, reducir la contaminación, ensanchar el diálogo social, educar para el cambio de hábitos y comportamientos. En América Latina, el Estado carece de esas capacidades.

El mundo no está preparado para colaborar eficazmente.

La disputa geopolítica entre EE. UU. y China no amainará y puede echar por tierra la colaboración global. Tal tensión retardaría la superación de las pandemias y la recuperación económica, esencial para los países que necesitan de reglas internacionales convenidas. “Las desigualdades entre los países y entre grupos sociales que aumentaron la fragilidad del sistema mundial deben ser abordadas de una vez por todas.” (CEPAL, Informe Especial, COVID 19, abril 2020). Yuval Harari apunta bien que el dilema de la humanidad es “entre nacionalismo aislacionista y solidaridad”, y advierte que el uso extendido de las tecnologías y la preferencia humana por ceder privacidad y ganar seguridad coloca a la humanidad en el dilema de “gobiernos autoritarios de vigilancia o empoderamiento ciudadano” (The World after Coronavirus, Financial Times, 21 marzo). Las pandemias, no las guerras nucleares, pueden transformarse en el mayor peligro de la humanidad. Este desafío requiere capacidades globales de prevención, investigación y acción, que no existen, al igual que la supervisión mundial de las armas biológicas.

Si estas amenazas se imponen, el futuro será oscuro. Pero el futuro lo construyen los seres humanos y si se reacciona a tiempo nos podríamos encaminar hacia un mundo mejor.

II. LOS NUEVOS RIESGOS ABREN NUEVAS OPORTUNIDADES

Frente a las amenazas descritas, se crearán circunstancias que pueden derivar en el advenimiento de regímenes autoritarios, control social, aumento de la desigualdad o deterioro de la gobernabilidad global. Pero también pueden surgir condiciones favorables para realizar transformaciones institucionales, políticas, económicas y sociales, muchas de las cuales se hallaban pendientes o bloqueadas. Una nueva visión debería apuntar desde ahora al fortalecimiento de la democracia, la inclusión social y la colaboración global. En lo que sigue, aunque peque de optimista, me concentraré en algunas transformaciones que puedan hacer viable otro escenario, democrático, justo, verde y solidario. ¿Qué cambios impulsar?

Máxima prioridad a transformar los sistemas de salud.

Crear un sistema público potente al que accedan todos los habitantes, en condiciones de real igualdad. Después de la gran epidemia de 1918 se transformaron los sistemas de salud, con autoridad central y predominio público. Similar proceso tuvo lugar después de la Segunda Guerra Mundial, cuando creció el estado de bienestar y la equidad. La historia revela que los shocks externos siempre han provocado cambios sustantivos de la organización social. Luego de la pandemia de 2020 el ímpetu será mayor, y podría abarcar múltiples iniciativas, formar más personal médico, elevar los recursos para investigación científica, remunerar la labor de cuidado a los vulnerables, mayoritariamente mujeres; coordinar esfuerzos mundiales de investigación, y control de armas biológicas. La prevención en salud adquirirá mayor relevancia y esa función corresponde al sector público. Por tanto, se verá una ampliación de la presencia del Estado. Los privados permanecerán preferentemente en la atención médica y hospitalaria a los enfermos, donde está el negocio.

Expandir exponencialmente la digitalización a todos los ámbitos de la vida.

Las familias de menores ingresos no cuentan ni con habilidades digitales ni dispositivos, ni acceso a banda ancha. El acceso digital es un servicio público y, por tanto, es un derecho que el Estado debe asegurar a todas las personas. La salud será el primer ámbito de intervención y reforma, igual tendencia se dará en educación y el comercio, que verá rápidos progresos, con nuevos sistemas de venta, bodegaje, transporte y pago. Sin embargo, en América Latina la infraestructura y la educación digital son insuficientes y desiguales. Se requerirá de una densificación de la infraestructura, fibra óptica, equipos y ampliar espacios en las viviendas y en lugares públicos conectados. Igualmente debe regularse la nueva estructura empresarial, para limitar la concentración en muy pocas empresas integradas verticalmente, que oligopolizan las comunicaciones mundiales y pueden poner en jaque la libertad de expresión y la privacidad, esenciales en una democracia. Habrá una acelerada expansión en plataformas, procesamiento, almacenamiento e infraestructura. Los países más avanzados destinarán mayores inversiones en nuevas tecnologías de comunicación, alentadas por la disputa entre China y EEUU.

Velar por la seguridad alimentaria y sanitaria.

Tras la interrupción del transporte y cierre de fronteras se ha tomado conciencia de la fragilidad de las cadenas internacionales de producción y del abastecimiento de bienes básicos, alimentación y medicamentos. Ya antes de la pandemia, un informe de FAO (op. cit), ponía en duda la capacidad de alimentar a una población mundial, que sigue creciendo y se aproximaría a 10.000 millones en 2050. Hay países exportadores de alimentos que, en medio de la pandemia, están suspendiendo envíos al exterior para asegurar su abastecimiento interno. La alta proporción de medicamentos producidos en China e India expone a una dependencia que los países preferirán evitar. Las sociedades querrán asegurar el abastecimiento interno y tomar distancia de fallas que puedan acontecer en otras latitudes.

Fortalecer las políticas de inclusión social.

Este virus será un catalizador de la lucha por la igualdad. “Sólo las plagas catastróficas y las guerras han impulsado a las sociedades en el pasado a fundamentalmente enderezar la desigualdad social”, señala el historiador de Stanford Walter Scheidel” (en su libro “The Great Leveler”). Se necesitará mayor presencia del Estado para ejecutar nuevas políticas sociales y apoyar directamente a cada familia. Luego de la crisis, se pueden avizorar fuertes presiones para avanzar hacia un nuevo sistema de protección social, que garantice la provisión de bienes y servicios básicos y el respeto a esos derechos. Un nuevo pacto social será indispensable para absorber al impacto de los cambios tecnológicos en el futuro del empleo. La automatización y la inteligencia artificial elevarán la productividad, pero también provocarán desempleo entre quienes realizan labores rutinarias. Sin una acción enérgica en favor de la alfabetización digital y la protección del trabajador y su familia durante la transición a nuevos empleos, se elevará la desigualdad. Los países que consigan avanzar en inclusión tendrán menos conflictividad, más acuerdo social, y podrán gobernar mejor en democracia.

Nuevas reformas para afianzar la democracia y respetar los derechos humanos.

La opinión pública exigirá a los gobiernos, partidos políticos y organizaciones sociales distribuir el poder, empoderar a los ciudadanos y ampliar la inclusión. Las atribuciones especiales que se deleguen a un gobierno durante estas emergencias deberán ser proporcionales, temporales y estar sujetas a la fiscalización de los otros poderes del Estado, de la sociedad civil y de los medios de comunicación. La democracia debe protegerse en todo momento, especialmente durante la crisis. Los gobiernos democráticos deben proporcionar seguridad respetando el estado de derecho, pero nadie puede exigir seguridad total y gozar de libertad. No se debe olvidar la frase del ex presidente de EE. UU., Eisenhower: “if you want total security, go to prison. There you are fed, clothed, given medical care and so on. The only thing lacking... is freedom”. Es prioridad proteger las libertades y las instituciones durante las crisis, respetando las elecciones, la libertad de expresión y de movimiento, la plena operación del Parlamento y la autonomía del Poder Judicial. Como consecuencia de esta pandemia, crecerá la demanda por una presencia mayor de mujeres en la conducción de la sociedad, a todos los niveles. Y también de nuevos derechos como acceso universal e igualitario al sistema digital.

Los Estados nacionales deberán asumir un mayor poder de conducción estratégica.

Las prioridades de la sociedad deben imperar sobre las decisiones del mercado. Una mayor gravitación del Estado en la conducción de la sociedad no puede implicar un aparato central burocrático ni propietario de innumerables empresas públicas que reemplace a las privadas. Se trata de un Estado que conduzca, incluya e innove. Será una prioridad lograr eficiencia y probidad en la provisión de servicios y bienes públicos de calidad para todos, sin exclusión. Además, las nuevas instituciones públicas se deberían extenderán en dos direcciones. Una, hacia la descentralización, donde las personas puedan ejercer su participación y decisiones en forma directa, más cercanas a sus municipios y autoridades locales. La otra, avanzar hacia la colaboración y coordinación internacional, alejarse del aislacionismo, fortaleciendo las instancias multilaterales, a fin de responder a los problemas globales que afectan a todos los países.

Los países deben desplegar Iniciativas multilaterales para la colaboración global.

En medio de esta crisis global, ha habido escasa intervención de organismos internacionales, con excepción de la OMS. Incluso la Unión Europea, el sistema más sofisticado de integración, apenas ha coordinado iniciativas de los estados nacionales. EE. UU. y China continúan su pugna estratégica. Se comienza a diluir el orden internacional forjado desde los años cincuenta, y aun no se vislumbra el nuevo. La pandemia está mostrando que ningún país predomina sobre los demás, y que una polarización entre las dos grandes potencias tampoco tendrá la fuerza para ordenar. Los actores no estatales poseerán creciente autonomía, incluso de los estados donde radican sus casas matrices. Su regulación deberá surgir de acuerdos multilaterales.

El nuevo orden mundial no surgirá, entonces, de una hegemonía unilateral ni bilateral, será más concordado y fluido. La digitalización será una fuerza que tenderá a difundir el poder. Sin embargo, también puede gestarse un escenario donde la pugna entre China y EE. UU. en el terreno tecnológico, de la inteligencia artificial y el control de datos desemboque en una separación por razones de seguridad militar, con la construcción de una suerte de muro tecnológico.

La gobernabilidad requerirá más diálogo y cooperación. Naciones de Europa, América Latina, Asia y África deberán concertarse para reformar las instancias multilaterales en salud, alimentación, energía, finanzas, cambio climático y paz. Las Naciones Unidas, el FMI y el BM deberán desempeñar un rol muy superior al que ejercen hoy.

Promover la educación de comportamientos colaborativos.

¿Podrá aflorar un mundo donde se morigere el individualismo y florezca la solidaridad, donde cada persona aprecie que aislándose no está inmune, que la calidad de su vida depende de los demás? ¿Es muy utópico pensar que se aplaque la arrogancia de creer en la supremacía sobre la naturaleza, y se descarte lo superfluo y el despilfarro? Es muy probable que la vida con pandemia despierte la percepción de vulnerabilidad, de dependencia de los demás y, en consecuencia, aleje del individualismo y aliente la colaboración y la solidaridad. Asimismo, prepararía mejor para abordar los desafíos del cambio climático, a través del compromiso con acciones colectivas.

Una democracia con poder distribuido está más capacitada para crear una sociedad cohesionada. ¿Cómo estimular y consolidar los valores y actitudes solidarias activas?

También la digitalización acelerada modificará las relaciones humanas. La distancia puede acentuar la soledad y alejarse de la realidad social, cuya comprensión supone involucramiento y compartir vivencias. La sensibilidad social se desarrolla con el contacto presencial. La digitalización podría impactar en la dirección opuesta.

III. CHILE Y AMERICA LATINA: ¿QUÉ REFORMAS PRIORIZAR DESPUÉS DE LA PANDEMIA?

La anticipación de escenarios y tendencias ayuda a identificar nuevos cursos de acción. La agudización de la grave situación actual podría desatar una energía social transformadora, que se debería anticipar y encauzar. Surge, entonces la gran oportunidad de realizar transformaciones que eviten un escenario indeseable, de rezago, social, económico y democrático. Existen escenarios esperanzadores que requieren imaginar programas alternativos en América Latina. Entre otras posibilidades se puede mencionar los siguientes campos de acción.

Una gran reforma del sistema de salud.

En América Latina la segmentación entre lo público y lo privado ha provocado diferencias de calidad inaceptables, que están en el origen de protestas pasadas y latentes. Emergerán condiciones favorables para efectuar reformas contundentes, crear un seguro universal, proveer de medicamentos a precios controlados, elevar la producción nacional de genéricos, reforzar el rol público en producción y distribución. Salud no es sólo medicamentos y atención médica, también exige terminar con el hacinamiento, y proveer espacios, servicios y bienes públicos de mejor calidad. Y lo más relevante será acrecentar la capacidad de prevención, con el uso de tecnologías de conectividad, el seguimiento y tratamiento personalizado, y en esa función corresponde un papel prioritario al Estado, cuya presencia se deberá elevar.

Un nuevo sistema de protección social.

Sin mayor inclusión social el sentido de comunidad se debilita y se comprometería la profundización democrática. La aceleración de la digitalización y la consiguiente amenaza de desempleo exigen proteger a las y los trabajadores y sus familias en la transición, y apoyarlos con un gran plan de alfabetización, formación e investigación digital. América Latina puede superar su atraso tecnológico con un programa de digitalización acelerado, educacional, de infraestructura e investigación. El llamado “dividendo digital”, fruto de una digitalización vertiginosa, deberá distribuirse mejor.

Parte de este proceso se traducirá en la implantación progresiva de un ingreso básico universal que garantice la sobrevivencia de todas las personas, y les otorgue autonomía para desarrollarse y aportar a la comunidad. La informalidad del empleo es una causa preponderante de la pobreza. El ingreso o remuneración básica universal disminuirá la informalidad y permitirá expandir la formalización financiera, la capacitación y protección laboral, la formalidad previsional y tributaria. Junto a las reformas tributarias, estos elementos deberían ser los pilares de un nuevo pacto social.

Una democracia representativa pero más participativa.

Los sectores democráticos deberán instaurar nuevas modalidades de participación a fin de fortalecer la democracia representativa. La democracia exigirá numerosas reformas político-institucionales. En América Latina se deberá equilibrar el excesivo poder presidencial, fortaleciendo al Parlamento, la autonomía del Poder Judicial y delegando atribuciones a nivel local. La región carece de mecanismos efectivos de diálogo social, y deberá crearlos para consultar y alentar la participación de la comunidad en las elecciones y decisiones de política pública. Instancias como los Consejos económico-sociales y medioambientales deberían crearse a nivel global, nacional y local. Dicha participación diluye las tendencias autoritarias, reduce la polarización y facilita los proyectos compartidos. La sociedad civil deberá adquirir más poder y autonomía, y las empresas deberán asumir responsabilidades sociales.

Nuevas funciones para las fuerzas armadas.

Cuando la principal amenaza ya no son las guerras, será indispensable definirles nuevas funciones, especializarlas en emergencias nacionales y globales, especialmente las derivadas del cambio climático. Su capacidad logística, planificadora y ejecutora es de gran valor en emergencias humanitarias actuales y futuras. Además, el adiestramiento del personal puede contribuir al desarrollo productivo que requerirá mayores habilidades tecnológicas. En ningún caso los gobiernos democráticos deben asignarles responsabilidades en orden público interno, para lo cual no están preparadas. Igualmente, se ha de reformar y capacitar a las policías para que actúen en la preservación del orden público con respeto a los derechos humanos y al estado de derecho. A su vez, las nuevas formas de comunicación social deben propender al empoderamiento ciudadano, para lo cual se deberá resguardar la veracidad, dignidad, libertad y privacidad, impedir el abuso, la distorsión, la manipulación. Por ello será imprescindible regular a las redes y a las grandes empresas que controlan el sistema de comunicaciones sociales.

Un Estado que convoque a la acción conjunta.

En América Latina se necesitará un aparato público con capacidad de integrar a los principales actores de la sociedad. La primacía del mercado, la ausencia de objetivos compartidos de largo plazo, tanto para conseguir más inclusión social y desarrollar nuevas actividades productivas, no puede continuar. El Estado mínimo o subsidiario y burocrático debe ser objeto de una importante reforma. América Latina debe articular un aparato estatal más eficiente y con nuevas funciones: un Estado solidario que active la inclusión social, un Estado catalizador que impulse la innovación productiva, un Estado garante de una cultura de respeto, dignidad y creatividad, que mejore la convivencia y la seguridad ciudadana. Surgirán condiciones propicias para proceder a la redefinición de sus funciones y el robustecimiento de sus capacidades.

Un salto en tecnología digital.

La educación digital y la infraestructura de acceso son débiles en todos los países latinoamericanos. Para universalizar y mejorar la atención de salud, educación y potenciar la actividad productiva del futuro se necesitará ejecutar nuevos programas. El trabajo a distancia exigirá la elaboración de plataformas, nuevo equipamiento, capacidad de transmisión, almacenamiento y procesamiento de datos, y diseño de algoritmos. Se abre una nueva oportunidad para todos los países. En particular Chile posee la ventaja única de la intensa actividad astronómica, para aumentar su capacidad tecnológica digital. Un gran programa digital, educación, infraestructura y procesamiento de grandes cantidades de datos pueden conformar una tremenda iniciativa.

La ciudad vivible.

La digitalización y el trabajo a distancia harán posible reducir también la excesiva concentración en grandes ciudades. Las macrociudades latinoamericanas generan deseconomías de escala, deterioro de la calidad de vida, hacinamiento, saturación del transporte público. Las ciudades medianas y pequeñas pueden ofrecer una vida mejor. Los gobiernos deberán crear más espacios públicos y verdes, más rutas para bicicletas y peatones, otro urbanismo; y viviendas sociales más amplias para habitar un mundo con mayor permanencia en el hogar, con teletrabajo intenso, menos espacio de oficinas, menos viajes largos, barrios más cercanos, y con ello se mejoraría la convivencia social. Y también una política más eficiente e innovadora para la producción de alimentos y la protección del medio ambiente. ¿Es compatible la sustentabilidad con una creciente urbanización? ¿Podría revitalizarse la vida rural, descentralizada, gracias al avance de las tecnologías digitales? No sabemos aún, pero un planeta sustentable y una mejor calidad de vida podría requerir de otra distribución de la población sobre el planeta.

Nuevas bases productivas para crecer y sustentar el bienestar social.

La recuperación económica dependerá de la profundidad y duración de la crisis sanitaria. La clave es la flexibilidad y agilidad para reconvertir actividades productivas e iniciar nuevas. Cada país tiene actividades dominantes y puede crear nuevas actividades competitivas. Chile tiene la ventaja inicial de que sus principales exportaciones, alimentos y cobre, mantendrán una alta demanda. Los alimentos, producidos en tierra y mar, serán claves en condiciones de mayor restricción global de tierra y agua, al igual que el cobre para abastecer la electrificación del planeta (sensores Internet de las Cosas, energías renovables, electromovilidad). Ambos, lamentablemente, enfrentan obstáculos; los alimentos, la aguda restricción de agua; el cobre, su remplazo parcial por reciclaje u otras aleaciones con aluminio o grafeno.

Chile debe realizar programas macizos para superar la escasez de agua. La desalación es imperiosa y Chile posee dos ventajas: cercanía al mar y energía solar. Conviene desarrollar desde ya un plan que incluya el diseño y fabricación de plantas desaladoras y plantas generadoras de energía solar, o piezas y partes. Producir agua y descarbonizar la matriz energética son dos actividades esenciales para la reducción de la contaminación ambiental. El crecimiento solo será posible con un esfuerzo sustantivo en investigación científica y formación técnica, hoy exigua.

Las empresas latinoamericanas deberán relevar su responsabilidad pública. No basta con la lógica exclusiva de maximizar utilidades, han de atender los problemas de la comunidad, cuidar el medio ambiente, innovar, pagar sus tributos, abrir espacio a las mujeres con igualdad de derechos, y a las nuevas generaciones. Las empresas deberán entonces incrementar su vínculo con la sociedad en que viven. Los “stake holders” serán más importantes que antes, y los “stockholders” menos importantes. La política pública deberá promover el surgimiento de muchas pequeñas y medianas empresas innovadoras, que generan empleos de calidad y distribuyen el poder económico. Las empresas latinoamericanas, tan modestas en innovación tecnológica, deben ser parte activa de una asociación público privada para elevar la creación de nuevos productos y procesos tecnológicos. La diversificación del sector productivo otorga mayor estabilidad al crecimiento, Estas políticas proporcionarían, a su vez, mayor sustentabilidad a la democracia.

Crecer es fundamental para enfrentar la crisis, dar empleo, disponer de recursos fiscales. No obstante, el crecimiento futuro no es solo una cuestión de ritmo, sino esencialmente de orientación y propósito.

Acción multilateral para fortalecer el sistema internacional.

La pandemia, la economía y el cambio climático requieren de una intensa cooperación entre estados, organismos internacionales y actores no estatales. América Latina podría ser víctima de la pugna estratégica y persistente entre China y EE. UU. Y la disputa puede extenderse al campo tecnológico-militar y también a los “modelos políticos” que representan cada una de ellas. El riesgo de desacoplamiento entre estas dos principales potencias es alto, El antídoto es el multilateralismo. El G20 debe potenciarse y constituir equipos ministeriales en temas como la salud y la alimentación, invitando a otros países. Un paso crucial es fortalecer a la OMS, la OMC, impulsar reformas de las NU, el FMI y el Banco Mundial. Después de esta prolongada hibernación, se crearán nuevas instituciones internacionales que aborden los nuevos desafíos, inspiradas en principios de colaboración e igualdad. La disgregación de las instancias de integración latinoamericana constituye una falla que perjudicará a los países de la región. La coordinación latinoamericana es un requisito esencial para defender sus intereses y establecer alianzas internacionales que consigan la instauración de normas convenidas multilateralmente.

IV. ANTICIPAR PARA CONSTRUIR UN FUTURO MEJOR

América Latina debe reforzar su capacidad de estudio de escenarios posibles y de estrategias de desarrollo democrático. La prospectiva es necesaria para anticipar y actuar. Cuando se anticipa, las transformaciones posibles aparecen con más nitidez e impulsarse con antelación, no esperar. “Los líderes que ganaron la guerra no esperaron la victoria para planear lo que seguiría. … El mismo tipo de prospectiva se necesita ahora” (“El virus desnuda la fragilidad del contrato Social”, Editorial Financial Times, 3 abril, 2020). No se puede esperar a que pase lo peor para comenzar a pensar lo nuevo.

Esta crisis desatará energía y voluntad para transformar la forma de vivir actual, enfrentar los grandes desafíos del cambio climático, la desigualdad y el individualismo. Dependerá de la conciencia social, la resolución política y lo que haga cada uno de nosotros.

Indudablemente, será difícil acometer proyectos colectivos que aúnen voluntades en medio de la incertidumbre, la complejidad y la inmediatez. Las personas demandarán protección, seguridad, y un bienestar básico para todos. Y un Estado fuerte que satisfaga mejor esas aspiraciones. Las protestas sociales probablemente adquieran magnitudes mayores, si en las sociedades latinoamericanas no se establecen servicios básicos decentes para todos, salud, alimentación y empleo.

En este periodo surgirán diversas propuestas sobre cómo combinar un Estado de Bienestar y un Estado de Vigilancia. No será una cuestión puramente ideológica, ni las personas optarán entre fórmulas tradicionales de izquierdas y derechas. Los conceptos habituales de la política para interpretar los fenómenos y diseñar los cambios son precarios. Las distinciones nacional y global, izquierdas derechas, nosotros y ellos no capturan la complejidad. La información y educación de la ciudadanía es una condición necesaria para decidir democráticamente en sociedades complejas.

Además, la eficacia en la gestión pública será fundamental, así como la coordinación pública privada y la participación de la gente a todo nivel, y de preferencia a nivel local. La sociedad compleja no se podrá gobernar dando órdenes desde arriba, sino consultando y concordado. Por ello el tipo y calidad del liderazgo, no será el del gerente eficiente, sino el del o de la conductora, cercano, proba y eficiente.

Lo que hasta hace poco tiempo eran las ideas del progresismo hoy también son asumidas por sectores de derecha. Un sistema público de salud, ingreso básico familiar, acceso igualitario a internet, estado fuerte, participación pública en la propiedad de empresas privadas que necesiten financiamiento para sobrevivir, son medidas que también adoptaran quienes quieran modernizar el sistema económico social actual. Un progresismo lejano a los sentimientos ciudadanos o de perspectiva estrecha, puede quedar rezagado. Slavoj Zizek, en su libro Pandemia expresa. “Hay cosas progresistas que solo puede hacer un conservador con intachables credenciales patrióticas: solo De Gaulle fue capaz de darle la independencia a Argelia, y solo Nixon fue capaz de establecer relaciones con China” (Silvina Friera, Slavoj Zizek, “No habrá ningún regreso a la normalidad”. Página 12, mayo 2020)

Si el progresismo no amplía su mirada y expande sus alianzas se correrá el riesgo del triunfo electoral de gobiernos autoritario- populistas. La travesía, durante y después de esta crisis sanitaria-económica, será prolongada y ardua. Pero surgirán nuevas oportunidades de construir una sociedad más solidaria y sostenible. No basta con la suma de medidas de emergencia, requiere de un proyecto político convocante y liderazgo. Se sale de las crisis con visión, esperanza y resiliencia. La capacidad de las propuestas democráticas y progresistas se pondrá a prueba en el compromiso con los más vulnerables, y también con programas de transformación compartidos por la mayoría ciudadana.

 

Sergio Bitar
Sergio Bitar
 
 
 

 
 
Más sobre el proyecto Monitoreo de la gobernabilidad democrática
 
Ultimos videos