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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos

05-09-2024

El nuevo escenario iraní tras las elecciones: decepción interna y amenazas de conflicto regional

Asistió a votar la cifra más baja desde la fundación de la República Islámica, lo que refleja un sentimiento generalizado de descontento y desesperanza frente a la posibilidad de un cambio.
Por Delfina Banchero

Las elecciones anticipadas en Irán, celebradas el pasado julio, despertaron diversas reacciones. Los analistas temen que la crisis interna persista y argumentan que un cambio de gobierno podría no ser suficiente para lograr reformas significativas. Esto se debe a que el poder real y decisorio permanece en manos del Líder Supremo, de tendencia conservadora, quien sigue siendo la única figura con autoridad para definir el rumbo político, económico e internacional del país. Por este motivo, la participación electoral fue extremadamente baja. De los 88 millones de habitantes, sólo 60 millones están habilitados para votar, básicamente hombres que no se oponen al régimen. De ellos, apenas 24 millones acudieron a las urnas en la primera vuelta, la cifra más baja desde la fundación de la República Islámica, lo que refleja un sentimiento generalizado de descontento y desesperanza frente a la posibilidad de un cambio.

Sin embargo, tras el alto porcentaje obtenido por el único candidato reformista autorizado a presentarse, Masoud Pezeshkian, surgió cierta motivación en la segunda vuelta. Casi 3 millones de votos lo separaron de su rival ultraconservador, y la celebración llegó hasta las calles de Teherán.

Pezeshkian, un neurocirujano de 69 años e insider en el parlamento iraní desde 2008, introdujo una novedosa narrativa de reconciliación: “extenderemos la mano de la amistad a todos” afirmó en su primera declaración como presidente. Durante la campaña, destacó su intención de llevar a cabo negociaciones constructivas con Occidente sobre la política nuclear, y se comprometió a fomentar una flexibilización social y mejorar las condiciones de vida de los iraníes. Además, desafió abiertamente las acciones de la policía de la moral contra las mujeres y criticó el encarcelamiento arbitrario de profesores, estudiantes e intelectuales. Establecer una agenda de esta índole, casi tabú para el status quo, es un paso importante que hay que reconocer.

Sus pares de China, Rusia e India felicitaron al mandatario. También obtuvo el respaldo de los demás partidos moderados y fue aprobado personalmente por el ayatolá Jamenei: “Apruebo la elección del sabio, honesto, popular y erudito señor Pezeshkian, y lo nombro presidente de la República Islámica de Irán”. El jefe del Organismo Internacional de Energía Atómica, Rafael Grossi, por su parte, ya pidió pronto reunirse con él. 

Pero rápidamente el escenario se complejizó con la designación de ministros, propuestas que decepcionaron al electorado y al mismo vicepresidente de Asuntos Estratégicos, Mohamad Javad Zarif, que renunció una vez presentada la lista. Entre los 19 nombres, 8 pertenecen a la línea dura, y 3 de ellos conservaron los ministerios de Justicia, Inteligencia y Energía, áreas clave de la agenda que supone ser progresista. Asimismo, la edad promedio de los funcionarios es de 60 años y una sola mujer fue incluida, para rematar, en el ministerio de vivienda. El ministro de interior, encargado de regular la vestimenta y circulación de mujeres, será el comandante de la Guardia Revolucionaria Islámica, una contradicción que generó gran preocupación.

Este contexto se agravó con las crecientes tensiones con Israel. En este momento, hay fuego en Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria, Irak y Yemen. La posibilidad de una mayor escalada de violencia y una guerra regional no es lejana si Irán abandona su posición reservada, aunque no silenciosa, en el conflicto. Los misiles pueden pasar de ser mensajes inofensivos a activar todas las alianzas involucradas, y así Israel no sería el único culpado por la sociedad internacional de desestabilizar Medio Oriente. Las últimas provocaciones directas sobre el complejo diplomático iraní en Damasco y el asesinato al líder político más moderado de Hamás, Ismail Haniyeh, redoblaron la apuesta. A esta altura es difícil para la República Islámica no tomar represalias. Pero nadie en el mundo árabe quiere la intervención de Estados Unidos ni más costos inasumibles, mucho menos un gobierno que promete bienestar social y apertura. 

Delfina Banchero
Delfina Banchero
Estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad de San Andrés (Argentina) y voluntaria de CADAL.
 
 
 

 
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