Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

Artículos

14-08-2014

Chile: Tierra de inmigrantes en el siglo XXI

(Buenos Aires Herald) La facilidad de entrada y la falta de barreras migratorias, oportunidades económicas — incluyendo un mercado laboral vibrante en los últimos cuatro años — un tipo de cambio competitivo (que aumenta el valor de las remesas enviadas a casa) y una inflación muy baja han transformado Santiago, la capital de Chile y varias ciudades de minería intensiva en el norte, en centros de inmigración.
Por Patricio Navia

(Buenos Aires Herald) No hay probablemente  mejor indicador de prosperidad para un país que el número de inmigrantes que llegan en busca de empleos y oportunidades. Después de casi dos siglos de poca acción en el frente, Chile ha visto a su población inmigrante aumentar más del 200% en los últimos 12 años. En 2002, uno en cada 125 residentes de Chile nació en el extranjero, la cifra en 2014 ha subido a uno de cada 44.

A medida que el país se consolida como el más desarrollado de América Latina, los nacionales de otros lugares de la región están haciendo cada vez más de Chile su nuevo hogar.

La inmigración es impulsada por dos factores. Las personas optan por salir de su país cuando ven disminuir las oportunidades de progreso. A veces, el conflicto militar o social y el enjuiciamiento político, también inducen a la gente a salir de su patria. Sin embargo, también hay otro lado de la ecuación — la gente emigra cuando encuentra países que ofrecen mejores oportunidades. Desde hace varias décadas, millones de mexicanos y centroamericanos han emigrado a Estados Unidos buscando mejores oportunidades. Con una economía 3,4 veces más grande, medido en paridad de poder de compra per cápita PPC (PBI PPC), Estados Unidos fue y sigue siendo, un destino atractivo para muchas personas que lograron cruzar la frontera.

En una escala mucho menor, Argentina fue, durante mucho tiempo, un destino favorito para la gente de los países vecinos de América del Sur, especialmente de Bolivia, Paraguay y Chile. En segundo lugar después de Brasil, Argentina fue la mayor economía de América del Sur y ha experimentado prolongados períodos de crecimiento económico durante el siglo XX. A diferencia de Brasil, donde las barreras del idioma tuvieron un efecto disuasivo sobre muchos sudamericanos buscando un nuevo hogar, cada vez que Argentina atravesó un período de rápido crecimiento, los inmigrantes de otros países de habla hispana de la región se establecieron allí. Sin embargo, como la desigualdad entre los países de América Latina ha aumentado en los últimos 30 años, también han cambiado los patrones de las migraciones.

Chile se erige hoy como el país más desarrollado en América Latina, con un PIB per cápita (PPP) de unos 20.000 dólares, por encima de los US$ 19.000 de Argentina. Como ha experimentado un crecimiento más estable que su vecino, Chile se ha convertido en el destino preferido para muchos inmigrantes sudamericanos. Cerca de ocho por ciento en Chile provienen de Bolivia, un país con un PIB per cápita (PPP) de US$ 5.364. El PIB per cápita de Chile es 3,6 veces más que el de Bolivia, la diferencia es mayor que entre el PIB per cápita de EEUU y México (3,4 veces).

El rápido crecimiento económico y la facilidad de entrada han hecho de Chile un destino atractivo para los inmigrantes.

En 2002, hubo 184.464 residentes legales extranjeros, 0,8 por ciento de la población nacional. En el año 2014, el número ha aumentado a 441.529 (2,3%). Este aumento de tres veces se encuentra entre la población inmigrante de más rápido crecimiento en el mundo para los países con más de 10 millones de habitantes.

Debido a que el punto de partida era muy bajo, el aumento puede ser malinterpretado. En Argentina, por ejemplo, la población de extranjeros en 2002 representó el 5,1 por ciento de la población nacional. En 2014, la cifra disminuyó a 4,5 por ciento. Así, aunque ha experimentado una tendencia descendente, los ciudadanos nacidos en el exterior de Argentina constituyen todavía una mayor participación de la población nacional que en Chile.

Otros países latinoamericanos también han visto un incremento en su población de origen extranjero. Ecuador ha visto su población inmigrante dispararse de 0,8 por ciento en 2002 a 2,3 por ciento en 2014, lo mismo que Chile. Sin embargo, más de la mitad de ellos son hijos de ecuatorianos que emigraron a Europa en la década de 1990 y 2000 y han regresado desde la crisis económica de 2008.

El caso de Chile es también único como un número creciente de inmigrantes que está llegando más allá de los países vecinos. Seis de cada diez inmigrantes en Chile provienen de países vecinos Perú (37,8 por ciento), Argentina (15%) y Bolivia (7,7%). Entre los países no vecinos de Chile, la mayoría de los inmigrantes proviene de Ecuador (5,2%), Colombia (5,1 por ciento) y Brasil (2,9%). La presencia de los colombianos ha captado la atención de los medios de comunicación ya que los inmigrantes de ese país han aumentado en más del 500 por ciento, de menos de 5.000 inmigrantes en 2002 a cerca de 25.000 hoy.

La facilidad de entrada y la falta de barreras migratorias, oportunidades económicas — incluyendo un mercado laboral vibrante en los últimos cuatro años — un tipo de cambio competitivo (que aumenta el valor de las remesas enviadas a casa) y una inflación muy baja han transformado Santiago, la capital de Chile y varias ciudades de minería intensiva en el norte, en centros de inmigración.

Como resultado de su éxito económico, Chile se enfrenta ahora con algunos de los problemas que los países con una historia más larga de la inmigración han conocido durante décadas. La integración de los inmigrantes en la sociedad y evitar la formación de guetos es un nuevo reto. Aunque el gobierno ha señalado su voluntad de abordar la cuestión, la población inmigrante está creciendo más rápido que el alcance de los programas gubernamentales.

Como muchos extranjeros llegan de su país buscando su propia versión del sueño americano, los chilenos deben estar orgullosos de lo que han logrado. Sin embargo, también deben estar preparados para enfrentar algunas de las consecuencias negativas que inevitablemente genera una creciente población de inmigrantes. Cuando los países se desarrollan, dejan atrás las pesadillas del subdesarrollo, pero comienzan a enfrentar los desafíos del desarrollo.

@patricionavia

Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 12 de agosto de 2014 en el diario Buenos Aires Herald.

Traducción de Wanda A. Di Rosa y Hernán Alberro.

Patricio Navia
Patricio Navia
Consejero Académico
Doctor en ciencias políticas (New York University). Anteriormente obtuvo un master en la misma disciplina de la Universidad de Chicago y una licenciatura en ciencias políticas y sociología de la Universidad de Illinois. Es profesor titular de estudios liberales y profesor adjunto del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe de New York University. En Chile, es profesor titular de ciencias políticas en la Universidad Diego Portales. Es autor de varios libros y especialista en elecciones, opinión pública, sistemas de partidos y relaciones ejecutivo-legislativo en América Latina. Es columnista en varios medios, incluido El Líbero (Chile) y Americas Quarterly (EEUU).
 
 
 

 
Más de Patricio Navia
 
 
Ultimos videos