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18-09-2014

Irreversible: el duelo social por la segunda frustración con CFK

(TN) Lo que suceda, dependerá casi en exclusiva de lo que la presidente decida. Como en 1982 frente a la Multipartidaria, como en 1988 con el Plan Primavera, como en 2001 con el último plan Cavallo, de lo que se trata es de ver hasta dónde el Ejecutivo está dispuesto a ir en darle cuerda al reloj y alimentar la carga explosiva de la bomba de tiempo que entregará a sus sucesores.
Por Marcos Novaro

(TN) Máximo Kirchner opina que su mamá fue, es y será imbatible en las urnas y por eso la oposición no quiere que se viole la Constitución para que pueda competir en 2015.

En general, la idea de que los padres son invencibles y eternos se deja de lado a una edad más temprana de la que ostenta el hijo presidencial, pero ese no es su principal problema. Además, no hace falta aclarar que las leyes y la Constitución están para cumplirlas no según lo que les parezca o interese ni a los gobernantes ni a los opositores, pero eso tampoco es lo más importante que el jefe de La Cámpora ignoró con sus palabras.

Lo más sorprendente del caso, y la verdadera meta de sus palabras en el acto convocado bajo el lema de lo “irreversible” fue ignorar y negar lo que sucede en la relación entre su progenitora y la sociedad: el hecho de que el duelo colectivo ante la frustración en que termina el experimento kirchnerista, y en particular por la defraudación en que por segunda vez (la primera fue en 2008, apenas iniciara su primer mandato) incurre la presidenta en el ejercicio del poder, respecto de las expectativas con que fuera electa para ejercerlo, es lo único verdaderamente irreversible.

Se ha dicho ya muchas veces de los argentinos que tendemos a entusiasmarnos con proyectos a los que nos negamos a verles fallas, hasta que estas se vuelven tan evidentes y dañinas que nos desenamoramos, incineramos a sus líderes y buscamos otros. Así, no sólo las crisis se vuelven agudas y recurrentes sino que las vivimos como auténticos duelos, con sus tres estadios obligados: negación, depresión y aceptación.

Con el kirchnerismo no es diferente, sólo que, como el amor fue largo e intenso, la caída es más complicada, y como además aún tiene recursos para estirarla, negación y depresión se mezclan en un cuadro que combina incertidumbre y retraimiento con un pasable statu quo.

Hay que decir ante todo que si algo supo hacer Cristina Kirchner fue llegar al corazón de la gente. En mayor medida que en su momento Menem y Alfonsín, o su propio marido. Néstor fue valorado como líder y gobernante, pero también considerado “demasiado profesional”, un político entre otros, más cercano a Duhalde que a Menem en cuanto a sus dotes carismáticas.

Su idilio con la opinión fue además bastante corto, dos años entre 2004 y 2006, tras lo cual vino la intervención del Indec y los primeros escándalos serios de corrupción y el amor empezó a disiparse, para desaparecer con la crisis del campo y recién resurgir tras su muerte. En cambio Cristina fue siempre más eficaz para tocar las fibras afectivas de la sociedad: recordemos que triunfó en las elecciones de 2005, 2007, y en forma aplastante en 2011, mientras que Néstor nunca ganó fuera de su provincia natal.

Esta capacidad de Cristina fue ampliamente beneficiada por otro duelo, el suyo personal: el período que siguió al 27 de octubre de 2010 fue su cénit, hizo sentir a los argentinos que la habían criticado sin razón y con funestas consecuencias, y que ella era capaz de sobreponerse a todo eso y relanzar su proyecto, para el cual “lo mejor estaba por venir”.

Como se sabe, eso funcionó excelentemente bien hasta exactamente su reelección. Después todo fue barranca abajo. Y lo fue porque, contra lo que ella sostenía y la mayoría creyó, el proyecto oficial estaba moribundo desde mucho antes. No podía Cristina, sin desmentir su glorioso triunfo, hacer otra cosa desde entonces que ocultar problemas, dilatar decisiones difíciles y tratar de que el tiempo disipara un dilema irresoluble. Y ni así logró evitar que el pico de optimismo colectivo de ese octubre fastuoso se convirtiera en pocos meses en un pozo depresivo.

Con todo, consiguió que muchos siguieran considerando al barco oficial capaz de resistir, aun con prestaciones decrecientes y un final cada vez más difícil de disimular. El duelo se inició, en suma, bastante tiempo atrás, pero se estiró y se estiró. ¿Su final será tan explosivo como los de 2001, 1989, o 1982? Lo que es evidente es que el gobierno no halló hasta ahora una vía segura para evitarlo, y los demás son demasiado débiles, están demasiado necesitados de diferenciarse unos de otros como para imponerle condiciones al respecto.

Si Massa, Scioli y Macri (se podrían sumar varios otros a la lista) se parecieran un poco menos o uno de ellos descollara sobre los demás en las encuestas, encaminándose hacia un triunfo seguro, o si estuvieran obligados a aliarse para tener chance de ganar, tal vez habría chances de una transición concertada, si no con el gobierno entre los demás. Pero en la situación imperante éstos no pueden hacer mucho más que lo que hacen, que es bastante parecido a esperar y ver.

Lo que termine sucediendo, por tanto, dependerá casi en exclusiva de lo que la presidente decida. Como en 1982 frente a la Multipartidaria, como en 1988 con el Plan Primavera, como en 2001 con el último plan Cavallo, de lo que se trata es de ver hasta dónde el Ejecutivo está dispuesto a ir en darle cuerda al reloj y alimentar la carga explosiva de la bomba de tiempo que entregará a sus sucesores. Y si la sociedad será pasiva espectadora. Respecto a esto último, tampoco es que la mayoría quiere le digan la verdad: que muchos, en todos los sectores y niveles, estuvieron viviendo por encima de sus posibilidades y es hora de pagar la cuenta.

El duelo que atravesamos no sólo sepulta el amor por un líder que nos falló, sino nuestros propios sueños de éxito individual y colectivo. Que esta vez parecieron más cerca de realizarse que en el pasado, lo que torna la situación más difícil de comprender y aceptar.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)

Marcos Novaro
Marcos Novaro
Consejero Académico
Es licenciado en Sociología y doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es director del Programa de Historia Política del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, del Archivo de Historia Oral de la misma universidad y del Centro de Investigaciones Políticas. Es profesor titular de la materia “Teoría Política Contemporánea” en la Carrera de Ciencia política y columnista de actualidad en TN. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Entre sus libros más recientes se encuentran “Historia de la Argentina 1955/2010” (Editorial Siglo XXI, 2010) y "Dinero y poder, la difícil relación entre empresarios y políticos en Argentina" (Editorial Edhasa, Buenos Aires, 2019).
 
 
 

 
 
 
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