Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

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24-10-2004

LAS IDEOLOGÍAS REVUELTAS DE AMÉRICA LATINA

Por Jorge Elías

Una pregunta resumía en 1989 el dilema inminente: "what´s left?" Traducida: ¿qué queda?, por un lado; ¿qué es izquierda?, por el otro. ¿Qué queda de la izquierda sin un horizonte de utopía, pues?

La caída del muro de Berlín, así como el colapso de la Unión Soviética y el final de la Guerra Fría, coronaba una era, iniciada en 1789 por la Revolución Francesa, e inauguraba otra, signada por la globalización, primero, y por el terrorismo y las guerras preventivas, después. Inauguraba, a su vez, una era de cambios drásticos que, promovida desde Europa y los Estados Unidos, prometía romper con la opción entre capitalismo y comunismo u Occidente y Oriente.

Diez años después de aquella pregunta, el presidente norteamericano Bill Clinton, el primer ministro británico Tony Blair, el canciller alemán Gerhard Schröder y el primer ministro italiano Massimo d´Alema definían en Washington sus coincidencias. Les pusieron nombre: "tercera vía", de modo de patentar una acepción del capitalismo orientada hacia lo social.

¿Eran los máximos dirigentes democráticos de aquello que quedaba de la izquierda? Se ufanaban de ello, al menos. En noviembre de ese año, 1999, en Seattle, Estado de Washington, la Ronda del Milenio, organizada por la Organización Mundial de Comercio (OMC), derivaba en una batahola entre policías con uniformes Robocop y activistas contrarios a la globalización que reclamaban por el medio ambiente y los derechos humanos. Esa era, en apariencia, la izquierda. O la otra izquierda, radicalizada, con amuletos del Che, en un mundo que, por esa vía, avanzaba a dos velocidades.

Con ella comulgaba, entre otros, Lula, desde el Foro de San Pablo, opuesto como Hugo Chávez y Fidel Castro al llamado "neoliberalismo" que profesaba, entre otros, Carlos Menem. En la Argentina, hasta la Marcha Peronista, símbolo de la cultura demagógica y estatista de mediados del siglo XX en América latina, había dejado de combatir el capital.

No era casual el estallido en Seattle, la ciudad de Microsoft (computadoras) y de Boeing (aviones). Es decir, de los símbolos de la globalización que, a los ojos de esa otra izquierda, la radicalizada, vino a ponerle un mote amistoso al imperialismo, como machacaba Francis Fukuyama, en la cuna del grunge (los perdedores de Generación X, la novela de Douglas Coupland, que terminan sus estudios secundarios y no consiguen empleo; que ven amenazados sus sentimientos por el sida y sus vidas por el daño ecológico, y que deciden quedarse al costado del camino). Tampoco iban a ser casuales, casi dos años después, los atentados terroristas en Nueva York y en Washington, espejos del poderío económico y político norteamericano. De la república imperial, versión Raymond Aron. Ni las posteriores guerras preventivas en Afganistán y en Irak iban a ser casuales.


Oleadas latinoamericanas

En América latina, mientras tanto, la democracia, como correlato de los regímenes militares, no alcanzó a colmar las expectativas de la gente. En la mayoría de los casos, el principio rector ha sido la crítica a la llamada política neoliberal durante la campaña electoral y, una vez en el gobierno, la profundización de la agenda neoliberal.

Desde el final de las dictaduras ha habido tres oleadas:

La primera, dubitativa, en los ochenta, después de la transición, con Raúl Alfonsín en la Argentina, Julio María Sanguinetti en Uruguay, José Sarney en Brasil, Miguel de la Madrid en México, y Fernando Belaúnde y Alan García en Perú.

La segunda, a fines de esa década, con un bisturí más filoso en las reformas y el libre comercio que ha dejado como saldo países modernizados, no modernos, y la deuda de la prosperidad prometida por Menem en la Argentina, Alberto Fujimori en Perú, Luis Lacalle en Uruguay, Fernando Collor en Brasil, Carlos Salinas de Gortari en México, Carlos Andrés Pérez en Venezuela y Jaime Paz Zamora en Bolivia.

La tercera, caracterizada por transiciones traumáticas en las que ha campeado la herencia de corrupción, profundizó las políticas neoliberales al extremo de la desazón, con gobiernos inconclusos (Fernando de la Rúa, en la Argentina; Gonzalo Sánchez de Lozada, en Bolivia) frente a una creciente demanda social en un mundo que renegaba de la globalización, pero, al mismo tiempo, no podía ni quería salir de ella.

What´s left?, entonces. La cuarta oleada, con Chávez en Venezuela, Lucio Gutiérrez en Ecuador, Ricardo Lagos en Chile, Lula en Brasil, Néstor Kirchner en la Argentina, Nicanor Duarte Frutos en Paraguay y la promesa de Tabaré Vázquez en Uruguay, aún no ha podido responder la pregunta de 1989. Ni ha podido responder la duda planteada al filo de los noventa por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID): "¿Cómo es posible que la insatisfacción sea tan alta a pesar del crecimiento, por modesto que haya sido, y del aumento del gasto social que se ha observado en la última década?"

Decían los griegos que los políticos deben tener las manos limpias, pero, también, los ojos limpios. Sobre todo, frente a una insatisfacción que ha trascendido ideologías.

"En la actualidad, las personas se identifican con quienes más se les parecen, con aquellos que hablan su mismo idioma, que comparten su religión, sus tradiciones o su historia", postula Samuel Huntington, autor de The Clash of Civilizations (El Choque de Civilizaciones) y de The Remaking of the World Order (La Reconstrucción del Orden Mundial), entre otros títulos.

Los campesinos paraguayos, por ejemplo, se sentían identificados con el general Lino Oviedo, capaz de hablar guaraní fluido y de compartir una empanada en el desayuno, por más que adeudara 10 años de cárcel por un conato de golpe de Estado contra el ex presidente Juan Carlos Wasmosy y fuera sospechoso del crimen del vicepresidente Luis María Argaña y de la muerte de siete jóvenes que reclamaban por la democracia en Asunción. Lo mismo sucedía en Venezuela con Chávez, por más que hubiera estado preso por haber intentado derrocar al ex presidente Pérez. O con Fujimori en Perú, cual cuña frente a los candidatos de los partidos tradicionales.

En esa ensalada de ideologías, de amores y desamores diluidos como el vino tinto derramado en el mantel, en la cual la mirada atlántica parece confundirse con el natural Pacífico, como en los versos de Benedetti, una izquierda y la otra han confluido en algunas coincidencias generales sobre una mayor presencia del Estado a raíz del déficit social o, en el Altiplano, en reivindicaciones concretas, como la demanda indígena.

What´s left?, en definitiva. ¿Un peronista como Kirchner, piadoso con los montoneros y odioso con las multinacionales? ¿Un socialista como Lagos, firmante del acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos después de haberse opuesto a la guerra contra Irak? ¿Un izquierdista como Vázquez, socio de tupamaros y de socialdemócratas bajo el alero amplio del Frente Amplio? ¿Un sindicalista como Lula, recibido con honores por George W. Bush? ¿Un predicador como Duarte Frutos, forjado en el partido de Alfredo Stroessner y de Oviedo? ¿Un militar como Chávez, tan enemistado con Bush que no ha dejado enviarle un solo barril de petróleo aún en los peores momentos de la relación bilateral? ¿Aymaras como Felipe Quispe y Evo Morales? ¿Un revolucionario como Castro, capaz de omitir el drama de los desaparecidos en la Argentina en los ochenta y de encarcelar en 2003 a periodistas que opinaban distinto? ¿O, acaso, las expresiones violentas, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)?

En el ínterin, los Estados Unidos descubrieron a su primer progre, Michael Moore, émulo del latinoamericano que rechaza al sistema desde un penthouse de dos millones de dólares en Manhattan. Emulo, a su vez, de aquellos que, como en 1789, empezaron asaltando Bastillas y terminan construyendo nuevas Bastillas. Y después, sorprendidos, formularon una pregunta recurrente: what´s left?

Siempre queda, si de eso se trata, un poco de insatisfacción como denominador común.

http://www.lanacion.com.ar/edicionimpresa/suplementos/enfoques/?nota_id=647647  
LA NACION | 24.10.2004 | Página 4 | Enfoques

Jorge Elías
Jorge Elías
Periodista. Dirige el portal de análisis internacional El Ínterin. Es conductor y columnista en Radio Continental, de Buenos Aires, donde escribe el blog “Catalejo Internacional”. También trabaja en Radio La Red y otros medios de Argentina y el exterior. Escribió los libros “El poder en el bolsillo, intimidades y manías de los que gobiernan” (Grupo Editorial Norma, Argentina, y Algón Editores, España) y “Maten al cartero, posdata del asedio a la prensa durante las dictaduras militares del Cono Sur” (Cadal, Argentina), entre otros. Es miembro del Instituto de Política Internacional dela Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, de Argentina, y consultor del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
 
 
 

 
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