Según Milei, China no exige nada
China nos ha tomado la medida y pocos gobiernos se atreven a arriesgar su relación comercial con el gigante. Milei no es el único mandatario que ha tenido que tragarse sus diatribas contra el gobierno chino.
China nos ha tomado la medida y pocos gobiernos se atreven a arriesgar su relación comercial con el gigante. Milei no es el único mandatario que ha tenido que tragarse sus diatribas contra el gobierno chino.
No es descartable que señalar el acercamiento a China pueda ser un cálculo de Lula para aumentar el interés estadounidense de invertir en Brasil. La idea sería vender lo más caro posible la amistad brasileña a ambos los lados. Este es un camino que no es desconocido para las potencias medias del sistema internacional: ampliar sus resortes de poder sin tener que elegir entre una y otra potencia.
No sería justo asegurar que la crisis del fentanilo resulta conveniente para Xi Jinping. Pero se enmarca perfectamente en el concepto de guerra asimétrica que, en esencia, implica la saturación de los recursos del enemigo para quebrarlo desde dentro.
Hay pocas dudas de que China prefiere que Maduro continúe en el poder, sobre todo porque ello le aseguraría el mantenimiento de un aliado incondicional en medio de una disputa geopolítica mucho más grande e importante con Estados Unidos, tanto en el continente americano como en el espacio asiático.
Los esfuerzos de China por promover la institucionalización de la CELAC ha llevado a que países con un historial deficiente en materia de transparencia y libertad, como México, El Salvador, Honduras, Guatemala o Bolivia, adopten posturas ambivalentes y selectivas en temáticas vinculadas a la transparencia, los derechos humanos y la democracia. Al contrario, favorecen una alternativa más transaccional, como es el modelo de la CELAC, y menos enfocada en los valores y principios.
El exceso de capacidad exportadora inducido por el Estado chino recuerda bastante a las políticas coloniales británicas, que arrebataban las materias primas a los autóctonos mientras inundaban sus mercados con productos baratos, invirtiendo continuamente el excedente económico en el extranjero para dominar cada vez más mercados.
Insistir en que Europa y Estados Unidos han «arrojado a Rusia a los brazos de China» resulta no solo erróneo analíticamente, sino contraproducente estratégicamente. La relación entre Moscú y Pekín tiene su dinámica propia y ningún incentivo que puedan ofrecer Bruselas o Washington cambiará el rumbo actual.
El próximo Ejecutivo debe priorizar una estrategia a largo plazo con China, la diversificación de la canasta exportadora y la creación de condiciones para la inversión china en sectores distintos al financiero y logístico. Los candidatos coinciden en querer un trato cordial con Pekín, pero sorprende que ninguno haya planteado su estrategia.
La trayectoria de China en la región está marcada por sus inversiones y préstamos vinculados a proyectos extractivos e infraestructuras. Son dos sectores problemáticos que, en combinación con el modus operandi chino, forman un cóctel explosivo en términos de impacto ambiental, social o laboral.
Es poco probable que el suministro masivo de municiones de artillería norcoreana a Rusia se haya producido sin la aquiescencia de Pekín, quien tiene un fuerte ascendente sobre Pyongyang. Y, probablemente, China ve con simpatía el refuerzo de la cooperación militar entre Teherán y Moscú. Todo lo que prevenga una derrota estratégica de Rusia contribuye al alumbramiento de ese mundo multipolar por el que abogan Pekín y Moscú.
Hay cuatro especificidades principales que hacen que los retos a los que se enfrenta el Reino del Centro no tengan precedentes. Se trata de su demografía, su crisis de deuda e inmobiliaria, su gobierno «neoleninomarxista» y su desafío medioambiental.
Implementar tecnologías 5G únicamente por razones asociadas al bajo costo, o como consecuencia de la gestión de intereses y del lobby de las empresas chinas, constituye un riesgo para la seguridad nacional que América Latina no se puede permitir. Las democracias de la región deben avanzar en el desarrollo normativo y regulatorio, así como en una arquitectura institucional.
En conjunto, la región concentra más del 25% de las mejores tierras de potencial agrícola, en momentos en los que el 44% de los cultivos de trigo, arroz (43%), maíz (32%) y soja (17%) están en zonas de riesgo climático, que amenaza cosechas de 314.000 millones de dólares anuales, según estimaciones de Morgan Stanley.
Milei tiene la oportunidad de demostrar, en cuanto a su política sobre China, que defender los intereses argentinos y a la vez los principios deberían ser objetivos compatibles. Impedir que se proyecte la sombra de King Cobra y no defraudar a quienes le dieron su confianza en las urnas es el desafío al que se enfrenta.
En el verdadero multilateralismo todas las naciones son iguales, pero la opinión de China sobre las naciones iguales no se extiende a Japón o India, ni actualmente a Filipinas, por ejemplo, ni a muchas otras naciones a las que desprecia o ve con hostilidad o recelo.
En 2019, cuando estallaron las protestas en Hong Kong, el embajador Xu Bu amenazó públicamente a dos diputados chilenos. En esa misma época, el expresidente Piñera declaró en China que «cada uno tiene el sistema político que quiere» y Boric ha seguido ahora esta tradición. Una práctica que se repite en la mayoría de países latinoamericanos, si no en todos. China no perdona las críticas.
La narrativa imperante advierte del éxodo occidental de la región, pero los datos muestran lo contrario. En primer lugar, China no es el principal inversor. En segundo lugar, la radiografía de las relaciones comerciales arroja matices que contradicen la percepción de una China dominante también en este ámbito.
Esta iniciativa se mantiene como una de las prioridades en la agenda binacional china-argentina, y Pekín buscará impulsarla, o ponerla sobre la mesa de la negociación diplomática, sea cual sea la fuerza política que gobierne en el país sudamericano a futuro.
Que China es una dictadura y sus víctimas se cuentan en millones está más que documentado, y con su narrativa contra la democracia y su influencia económica global el régimen del Partido Comunista chino es la mayor amenaza al ideal universal de los derechos humanos. Cuantos más países denuncien su situación de derechos humanos más se amortiguarán las represalias del gigante asiático, más cambios de apertura política favorecerá y más autoridad moral otorgará para señalar a otras dictaduras.
Los críticos del proyecto lo asemejan a un Plan Marshall chino que permite a Pekín ejercer influencia internacional y construir su liderazgo global. A la vez que marca la agenda, sienta las bases de un nuevo orden mundial. Una década después del anuncio de Xi Jinping, el plan parece haber perdido impulso en medio del nuevo mundo geopolítico salido de la pandemia, el alcance de la (in)sostenibilidad de la deuda y la propia desaceleración económica en China.
En su pretensión por posicionarse como el líder y benefactor del llamado Sur Global frente a Estados Unidos, el gobierno chino apoya el deseo y los esfuerzos de Caracas de unirse al grupo de los BRICS, pues sirve a su objetivo de ampliar su esfera de influencia en todo el mundo.
China seguirá siendo un prestamista en los próximos años, pero los gobiernos deben ser más asertivos a la hora de relacionarse con ella. Exijan transparencia y apertura en sus relaciones, asegúrense de que los proveedores y la mano de obra locales no quedan excluidos del proceso de licitación y construcción, y formulen preguntas difíciles sobre la viabilidad del proyecto.
El reto es combinar un posicionamiento donde los nexos comerciales sino-latinoamericanos no se traduzcan, automáticamente, en un alineamiento de nuestras democracias con los ideales y objetivos políticos de la mayor autocracia del planeta. América Latina hoy lucha por encontrar una forma autónoma de insertarse en el mundo. China puede ser un socio económico sin convertirse en un modelo o aliado político.
Resulta paradójico que en ciertos ámbitos latinoamericanos incomoden las exigencias medioambientales y los altos estándares europeos, pero no los términos de la relación que propone Pekín con sus bajos estándares, malas prácticas, falta de transparencia y ausencia de escrutinio.
La mitad de los bienes que se venden en el mundo no viajan más de 4.000 kilómetros, es decir, no lo suficiente para cruzar océanos. Dos de cada tres dólares de los ingresos de las compañías del Fortune Global 500 provienen de sus mercados nacionales y regionales. Dos tercios del intercambio comercial de la UE se produce entre sus 27 países miembros. En Asia, el comercio intrarregional ha subido del 45% en 1990 al 60% actual. Todo ello explica que Washington quiera reconfigurar sus cadenas productivas para reducir su extensión, complejidad y vulnerabilidad.
Compañías estatales chinas despliegan, desde hace más de un lustro, una potente estrategia de crecimiento en el sector eléctrico de casi todos los países de la región. El Perú se ha convertido en el paradigma de ese esfuerzo. ¿Estamos subestimando lo que significa darle a la potencia asiática el control de la energía?
Las advertencias son claras. Las garantías que el gobierno de China, o cualquier gobierno autoritario, pueden dar a países latinoamericanos es limitada. Países amigos de Beijing, como Venezuela, han sido cómplices y han cooperado con empresas chinas como ZTE para vigilar y controlar a sus ciudadanos. En Ecuador, la compra y uso de cámaras de vigilancia tuvo un destino similar. Mientras, en Chile ha habido discusiones públicas al respecto.
Brasil y China tienen una de las relaciones comerciales más dinámicas del mundo. En apenas dos décadas, la balanza comercial ha crecido más de 20 veces hasta alcanzar los 150.000 millones de dólares en 2022. Son unos lazos proficuos para Brasilia, que tiene un superávit de 30.000 millones. Con todo, este comercio no está exento de nebulosas, ya que la producción de ganado y de soja causan deforestación en la Amazonía. Si Pekín no actúa para sanear sus cadenas de suministro, el gigante asiático puede consolidarse como un vertedero de productos contaminados por la destrucción medioambiental y los abusos sociales.
La guerra en Ucrania ha espoleado divisiones y acercado a Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU, un organismo donde ambos son miembros permanentes con derecho a veto, haciendo visible su alianza internacional. Son cada vez más frecuentes las maniobras navales conjuntas y el apoyo de China a las exportaciones rusas ha mermado los efectos de las sanciones internacionales.
Quito debe tomar nota del caso peruano. Pese a unas exportaciones monopolizadas por los minerales, la perspectiva peruana de ampliar las ventas al país asiático con productos de valor agregado se ha visto sin duda frustrada.
Antes de echar las campanas al vuelo por lo que el simple gesto de establecer relaciones diplomáticas con China puede traer a Paraguay, bien haría el gobierno que tenga tal tentación en analizar el asunto en profundidad y desde todos los ángulos más allá del manoseado discurso de las oportunidades. Llegaría quizá a conclusiones decepcionantes. Hay múltiples ejemplos.
El llamado «triángulo del litio», que integran Chile, Argentina y Bolivia, ha cobrado importancia como centro neurálgico de la industria minera. Los tres países representan el 53% de las reservas probadas mundiales, con unos costes de extracción considerablemente más bajos que los de Australia, donde el metal se extrae de rocas y no de salares como los chilenos, bolivianos y argentinos.
China tiene el objetivo declarado de reducir su dependencia exterior de las importaciones agrícolas. Aunque este riesgo parezca hoy pequeño, el gobierno y la agroindustria brasileños no pueden permitirse ignorarlo. Ser un socio comercial y diplomático fiable es un paso en esta dirección.
Con su pretendido plan de paz, Pekín quiere mostrar que, a diferencia de Estados Unidos o la OTAN, es un gran actor capaz de articular una solución negociada. Es decir, apelar a quienes en Europa quieren un acuerdo rápido, aunque suponga un éxito estratégico para Rusia. Además, Pekín se dirige también al Sur Global con la intención de atraerlo hacia el advenimiento de una «nueva era» moldeada por China. Esa retórica oficial se distancia y opone al mundo del «orden basado en reglas».
Pekín sigue resistiéndose a condenar la invasión de Ucrania pese a que supone la violación de la integridad territorial de un país soberano, uno de los principios que guían su política exterior.
Resulta evidente, después de más de dos décadas desde que inició su internacionalización, que las malas prácticas y los bajos estándares de las empresas estatales chinas no son puntuales ni excepcionales, sino reiterados y transversales a lo largo y ancho del continente. Con inversiones chinas que totalizan 172.000 millones de dólares en la región, gran parte de ellas en las industrias extractivas, y la construcción de más de 200 infraestructuras, el impacto socioambiental se percibe mayúsculo.
Si la reacción de Colombia y Costa Rica podría haber sido acaso más enérgica, en el caso de Venezuela su posicionamiento ha sido elevar la apuesta y alinearse con Pekín.
Tanto por su gestión del coronavirus como por la reacción del régimen chino en Hong Kong, la estrategia de seducción internacional de Pekín de algún modo está ahora en jaque. China no ha podido evitar las críticas desde el extranjero, algunas feroces, y por primera vez se oyen voces acerca de la conveniencia de reducir la dependencia que muchos países tienen de ella, o incluso de modificar el rumbo de la relación bilateral.
Esta actitud muy crítica en el aspecto interno y totalmente ignorada en lo externo, sobre la violación de los derechos humanos, demuestra que Kirchner y sus funcionarios utilizan esta noble bandera como una forma de demagogia para el público doméstico.