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Monitoreo de la gobernabilidad democrática

06-06-2022

El cambio colombiano

El ascenso de Rodolfo Hernández, un outsider sin experiencia demasiado relevante en política que disputará la presidencia con el izquierdista Gustavo Petro, ratifica no solo la exigencia de cambio en el electorado colombiano, sino el fenómeno más amplio del avance de personalidades ajenas a la dirigencia tradicional en América Latina.
Por Hugo Machín Fajardo

El domingo 29 de mayo 21.145.254 millones de colombianos de un padrón electoral de 39 millones —abstención de 45,09%, la menor en 20 años— votaron en primera vuelta. Aproximadamente 16 millones de esos votantes optaron por el cambio, por dejar atrás la forma de hacer política que ha imperado durante siglos en el país cafetero.

Las maquinarias electorales que se movilizaron el 13 de marzo para asegurarse sus bancas en el Congreso, no hicieron presencia de igual forma en la primera vuelta del balotaje cuya segunda instancia será el 19 de junio.

La sorpresa electoral fue el pasaje a segunda vuelta del ingeniero Rodolfo Hernández (77) ex alcalde de una ciudad mediana, Bucaramanga, desconocido hasta hace poco en todo el país. Obtuvo 5.953.199 votos (28,15%).

El candidato de izquierda Gustavo Petro, ex alcalde de Bogotá que intenta por tercera vez llegar a Casa de Nariño, reiteró una notable votación de 8.527.421 (40,32%) casi medio millón de votos más que lo obtenido en 2018, pero dejando la impresión de que llegó a su techo. En la noche electoral, Petro admitió que para ganar necesita de un millón de votos más.

Derecha, no

La decepción vivida por otro sector ciudadano fue el no pasaje a segunda vuelta del candidato de la derecha y el establishment, también identificado por una mayoría ciudadana con el continuismo, Federico Gutiérrez. Obtuvo 5.058.002 de votos (23,91%) y tras admitir su derrota comprometió su apoyo incondicional a Hernández. En días posteriores al domingo 29/5, otros referentes del uribismo sumaron su apoyo a Hernández.

En cuarto lugar quedó Sergio Fajardo, el candidato de centro, con 888.579 votos (4,20%), quien tiene una proximidad con Hernández, aunque su candidato a vicepresidente ya adhirió a Petro y, presumiblemente, esos más de ochocientos mil votos se prorratearán entre ambos candidatos.

¿Qué pasó para que un señor desconocido, renuente a debatir con otros candidatos, con la bandera previsible de la anticorrupción y gruesos insultos a toda la clase política colombiana logre el apoyo de un significativo sector ciudadano? ¿Qué ocurrió para que sin explicitar un programa de gobierno y más bien manejándose con frases genéricas y hasta incurriendo en aberraciones como autodefinirse admirador de Hitler, o proponer el retorno de la mujer al hogar para dejarles la conducción política a los varones, hoy tenga, además de manejarse con grosería y hasta violencia, firmes posibilidades de ser el nuevo presidente de Colombia?

Horas después de conocerse el resultado de la primera vuelta, Hernández mediante su cuenta de Twitter —las redes sociales han sido su medio por excelencia— rechazó el uso de glifosato para erradicar cultivos ilícitos, se opuso al fracking, se mostró partidario de legalizar la marihuana recreativa, expresó su aceptación del matrimonio igualitario, de la adopción por parejas del mismo sexo, y una posición favorable al aborto según la normativa vigente.

¿Solo en Colombia?

No es un fenómeno electoral exclusivamente colombiano. En las elecciones de 2018 de Costa Rica, también un desconocido, Fabricio Alvarado, apoyado por las iglesias evangélicas, saltó de un 3% en las encuestas a obtener la mayoría en primera vuelta (24,79%) por sobre el candidato del establishment, Carlos Alvarado (21,76%), quien en la segunda instancia pudo llegar a la presidencia. Y en las recientes elecciones del país centroamericano, otro outsider, Rodrigo Chaves, con denuncias de acoso sexual, y con un procesamiento que lleva adelante el Tribunal Supremo de Elecciones por financiamiento ilegal de su campaña, pasó de un 16,78% de los votos en primera vuelta a ser electo presidente con el 52,9% del apoyo del electorado, derrotando al candidato del establishment.

También Uruguay, país con voto obligatorio y rica historia electoral con partidos que han alternado en el poder, conoció el fenómeno outsider: un señor casado con la hija del  magnate ruso Dmitri Rybolovlev,—dueño del club Mónaco—, Juan Sartori, director en Union Acquisition Corp que cotiza en la Bolsa de Nueva York, que nunca había votado en ese país del que había emigrado 20 años antes, tras ser conectado en Europa a la política uruguaya por un hombre de confianza del ex presidente José Pepe Mujica, casi gana la interna del Partido Nacional— hoy en un gobierno de coalición—  uno de los dos partidos uruguayos nacido en 1836. Sartori prometió crear cien mil puestos de trabajo, o que «todos van a tener acceso sin costo a los medicamentos que necesitan», y con base a sus millones de dólares sacudió el establishment político. Y demostró además que también esa democracia podía ser dañada a punta de billetes y promesas irrealizables. ¿Qué fue del personaje? Obtuvo una banca en el senado uruguayo al ser votado por 96.000 uruguayos.

Los antisistema, los outsiders, o presidentes sin respaldo parlamentario, se han sucedido en otros países de la región. En Perú mediante balotaje disputaron la presidencia en 2021 dos candidatos que obtuvieron en primera vuelta un 19,09% y un 13,35% de los votos, respectivamente. Resultó electo el izquierdista Pedro Castillo y ahí está en zozobra permanente porque de las 130 bancas del Congreso cuenta con solo 22, porque reconoció no estar preparado para gobernar, y por varias investigaciones por denuncias de presunta corrupción en relación a la adjudicación de la compra de biodiesel, de presiones en los ascensos militares y de una licitación para construir un puente en la región de San Martin.

En Ecuador, Guillermo Lasso, ex banquero de derecha, miembro del Opus Dei, apenas llegó a segunda vuelta con un 19,74 % de los votos. Luego derrotó al candidato favorito, el heredero de Rafael Correa, Andrés Arauz (52,48% a 47,52%), pero al no contar en la práctica con legisladores propios, se le dificulta enormemente la gobernanza. El Partido Social Cristiano que lo apoyó suma 19 bancas —sobre 142 legisladores— y el socio electoral de Lasso, el movimiento Creo, con 12 congresistas no son suficientes para impulsar proyectos propios. De los 70 votos requeridos para leyes o resoluciones importantes, el presidente eventualmente cuenta con 31votos.

Lo mismo en Chile donde el flamante presidente Gabriel Boric ya ha perdido apoyo: la desaprobación creció al 53% en menos de dos meses de gobierno. Sobre 155 diputados, Boric cuenta con 37 y tiene solo cinco de los 50 senadores. Además, tiene la incertidumbre de si la nueva Constitución será aprobada o no. 

Descontento y movilización

No debería haber sorpresas. Latinobarómetro hace años que viene alertando sobre el descontento de la ciudadanía latinoamericana con la democracia, sobre el descredito de los partidos políticos, y sobre la desconfianza en las instituciones. Paralelamente la región ha experimentado un legítimo y explicable auge de la participación ciudadana —acicateada por la eterna inequidad regional— a través de la sociedad civil, no siempre acertada y en ocasiones infiltrada por el vandalismo y/o el crimen organizado, e intereses ajenos, que canalizan ese descontento creciente con el devenir político latinoamericano.

El presidencialismo vigente en Latinoamérica lleva a creer que un presidente lo es todo, aunque como en el caso colombiano Hernández apenas cuente con solo con 2 diputados. En realidad, hay otros factores clave para la gobernanza, como son la correlación de fuerzas parlamentarias y el papel de los presidentes respecto a los partidos, ya que muchas veces no son líderes partidarios. En otros casos favorece el caudillismo y el empoderamiento de algunos jefes de Estado que creen poder modificar a piacere los sistemas constitucionales.

El otro contendiente hacia el 19 de junio en Colombia, es visto con desconfianza por un importante sector de la ciudadanía. Y ese karma lo perseguirá aunque gane la elección. Petro ha pagado precio a su condición de «izquierdista», cuando la actual izquierda latinoamericana se identifica con calamidades: más de seis millones de emigrados en Venezuela — según ACNUR— tras la crisis humanitaria en que el chavismo sumió al que fuera uno de los países más ricos de la región, aunque con estruendosas desigualdades. La dictadura de más de 60 años en Cuba, donde por manifestarse en la calle un ciudadano es condenado a nueve años de prisión. O la dictadura nicaragüense, que superó todo lo predecible en materia represiva con asesinatos de manifestantes mediante francotiradores y encarcelamiento de todo aquel ose proponerse como candidato opositor a una elección. Sin olvidar el «progresismo» peronista que encarnan Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner en una Argentina con 18.500.000 de pobres y casi cinco millones en la indigencia.

Los casos de Uruguay —gobernado 15 años por la izquierda sin que ello alterara el régimen republicano—, o del mismo Chile, y también del Brasil gobernado por el PT, donde más allá de la corrupción probada en sus administraciones, no se apartó del sistema democrático, no parecen generar suficiente confianza en la mayoría de la ciudadanía colombiana. El 19 de junio quedará sellado qué tipo de cambio elige Colombia.

Hugo Machín Fajardo
Hugo Machín Fajardo
Redactor Especial del Portal Análisis Latino
Periodista desde 1969, una forzada interrupción entre 1973 -1985, no le impidió ejercer el periodismo clandestino. Secuestrado en 1981 por la dictadura uruguaya, permaneció desaparecido y torturado hasta 1982, en que fue recluido en el Penal de Libertad hasta 1985. Ex -docente de periodismo en Universidad ORT, de Montevideo. Ex vicepresidente de la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU). Jurado del Premio Periodismo para la Tolerancia, 2004, de la Federación Internacional de Periodistas (FIP) /Unión Europea. Coordinó "Periodismo e Infancia-2005". Integró diversas redacciones periodísticas de medios y agencias de noticias en Montevideo, Uruguay. Actualmente se desempeña como free -lance.
 
 
 

 
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