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Corea del Norte bajo la lupa

21-01-2022

Pyongyang redobla la guerra contra la influencia extranjera

Al cerrar sus fronteras en respuesta a la pandemia, el Estado norcoreano logró aquello que no había podido hacer durante años: detener la entrada de contenidos extranjeros, sobre todo, películas, programas de televisión, música y libros de Corea del Sur. La filtración de un fragmento de una nueva ley que castiga con dureza la tenencia de este tipo de material revela hasta dónde llega hoy la vigilancia sobre los ciudadanos.
Por Martyn Williams

(38 North) A principios de diciembre de 2020, una reunión plenaria de la Asamblea Popular Suprema de Corea del Norte, su máximo órgano legislativo, aprobó varias leyes nuevas, incluida una llamada Ley de Rechazo de la Ideología y la Cultura Reaccionarias. [1] Si bien el texto de la ley no se hizo público fuera del país, varios informes indican que esto ha provocado una represión generalizada de cualquier contenido proveniente del extranjero.

La campaña parece más intensa y de mayor alcance que la que han enfrentado los ciudadanos norcoreanos en los últimos años, aunque es difícil juzgar el alcance real de estas medidas o el efecto de la ley, en parte, debido a la falta de observadores extranjeros dentro del país y en parte a causa de las restricciones de las comunicaciones impuestas por la propia ley.

Sin embargo, algunos documentos de Corea del Norte sobre la ley detallan el alcance al describir nuevos castigos, entre los que se incluye la ejecución en casos de violaciones graves a la norma y prohibiciones de comportamientos tales como hablar en estilo "surcoreano".

La nueva ley lleva la batalla estatal contra la información extranjera a un nivel preocupante que no se había visto en años, pero no ha aparecido de la nada. Corea del Norte cerró prácticamente por completo sus fronteras al comienzo de la pandemia de COVID-19, bloqueando también casi todas las rutas de contrabando. El año pasado comenzó a reforzar la seguridad de su frontera con una nueva cerca y sistemas de monitoreo electrónico diseñados para mantener a las personas dentro del país y a la cultura extranjera fuera de él.

Corea del Norte no muestra signos de reducir estas medidas de pandemia en el corto plazo, por lo que el contrabando probablemente siga siendo casi imposible hasta que eso suceda. E incluso cuando lo haga, es difícil saber si la frontera volverá a ser como antes de la pandemia o si los protocolos actuales permanecerán vigentes. Si sucede lo último, existe una preocupación real de que Corea del Norte pueda estar retrocediendo hacia un apagón informativo todavía más profundo.

Orígenes

La batalla de Corea del Norte contra la cultura extranjera comenzó en la década de 1980 con los VHS provenientes de Japón. Los medios extranjeros siempre han representado una amenaza para el Estado, que utiliza el Departamento de Propaganda y Agitación para garantizar que todos los medios norcoreanos envíen el mismo mensaje a los ciudadanos.

Los VHS finalmente fueron reemplazados por formatos digitales físicamente más pequeños y más fáciles de contrabandear. Primero fueron los CDs y DVDs, luego las memorias USB y ahora las tarjetas MicroSD del tamaño de una uña.

La demanda dentro del país también creció a medida que se difundió el rumor de que circulaban películas y programas de televisión extranjeros. Muchos desertores aseguran que el consumo ilícito de medios extranjeros era la regla entre sus conocidos e incluso entre los encargados de hacer cumplir la ley. Y cuando hubo operativos oficiales, en general era posible escapar del castigo mediante sobornos.

Estas restricciones parecieron disminuir en un momento entre 2009 y 2015, cuando las penas más duras que afectaban a los medios extranjeros en el Código Penal de Corea del Norte pasaron de enfocar en el consumo a poner la mira en la distribución. Parecía que el Estado había reconocido su derrota en la batalla contra el consumo y por eso centró su atención en los proveedores.

Sin embargo, a finales de enero de 2020, cuando Corea del Norte cerró sus fronteras en respuesta a la pandemia de COVID-19, el Estado logró, al menos temporalmente, aquello que no había podido hacer durante años: detener el flujo físico de contenidos extranjeros hacia el país.

Nueva ley

La nueva ley fue uno de los puntos principales de la agenda entre los delegados qie se reunieron en Pyongyang a principios de diciembre de 2020.

En ese momento, la Agencia Central de Noticias de Corea (KCNA, por sus siglas en inglés) aseguró que la ley establecía los principios que los ciudadanos, las instituciones y las organizaciones debían seguir para cimentar “posiciones ideológicas, revolucionarias y de clase al prevenir por completo el ingreso y la propagación de la ideología y la cultura antisocialista y mantener firmemente nuestra idea, espíritu y cultura”. [2]

El texto completo de la ley no se publicó, pero Daily NK, con sede en Seúl, obtuvo cuatro páginas que describen una parte y las compartió con 38 North.

El documento hace referencia a los artículos 27 a 33 de la ley, que detallan los castigos penales a una serie de violaciones, desde la distribución masiva de películas surcoreanas hasta el uso de letras y expresiones del habla surcoreana. Las penas van desde el despido por delitos menores hasta la ejecución en casos de delitos más graves; También se especifican sanciones pecuniarias para algunos crímenes. En conjunto, esto ayuda a identificar cuáles son los contenidos y los comportamientos más temidos por el Estado norcoreano.

Contenido surcoreano

Respecto del contenido contrabandeado desde el extranjero, las películas y los programas de televisión de Corea del Sur son lo más demandado dentro de Corea del Norte. Para el régimen, sin embargo, este material representa una de las mayores amenazas a la pureza ideológica de la nación. Debido a que los dos países solían ser uno solo, existe la preocupación de que el desempeño del liderazgo del Norte sea visto de forma desfavorable dada la gran diferencia de desarrollo con el Sur. Como tal, el castigo más severo recae sobre los contenidos surcoreanos.

El artículo 27 de la ley dice que la importación o distribución de películas, programas de televisión, canciones y libros de Corea del Sur se castigará con un período indefinido de reeducación mediante trabajo forzado o con la muerte. Para las personas condenadas por organizar o alentar la proyección grupal de ese tipo de contenido, considerado el nivel más alto de delito, el castigo especificado es la muerte.

El castigo para quienes sean sorprendidos viendo o poseyendo el mismo contenido es de 5 a 15 años de trabajo forzado.

Si bien los relatos varían, generalmente se entiende que este tipo de reeducación mediante el trabajo implica realizar arduas tareas manuales en un campo de prisioneros políticos. Allí, cuando los presos no están trabajando, deben asistir a sesiones de adoctrinamiento ideológico. El objetivo general del campo es garantizar que quienes son liberados nunca vuelvan a caer en la tentación de infringir la ley. Algunos relatos dicen que las condiciones son tan duras que muchos presos no sobreviven a sus sentencias.

Esta no es la primera vez que se aplica la pena de muerte como castigo a la tenencia o el consumo de contenido extranjero, pero se creía que su aplicación estaba cayendo en desuso. Kim Jong Il recurrió a ella con frecuencia a fines de la década de 1990 y principios de los años 2000, pero los casos registrados disminuyeron recientemente. La última ejecución relacionada con la tenencia de información de Corea del Sur documentada por el Transitional Justice Working Group, por ejemplo, fue en 2013-2014, según su informe de 2019.

Pero desde que se anunció la nueva ley, las ejecuciones relacionadas con este delito están aumentando. Daily NK informó que un hombre fue ejecutado en Wonsan en abril por vender CDs y USBs con contenido de Corea del Sur, y que otros cuatro fueron ejecutados en Pyongyang en marzo por vender y distribuir material proveniente del Sur. También informó que seis estudiantes de Namp'o fueron sentenciados a cinco años en un campo de reeducación por ver películas surcoreanas.

Otro contenido

Un escalón por debajo del contenido surcoreano en cuanto a severidad de penas están las películas, los programas de televisión y otros contenidos de países considerados hostiles a Corea del Norte entre los que, según el documento, se incluye a Estados Unidos y Japón.

El artículo 28 de la ley hace referencia a la importación y distribución de películas, programas de televisión y libros de esos países y castiga a los condenados con hasta 15 años de reeducación mediante el trabajo, aunque contempla sancionar con un período indefinido o con la muerte si se trata de una “gran cantidad” de material. (El documento no especifica qué constituye una “gran cantidad”, y esta ambigüedad probablemente sea intencional.) Solo por ver o estar en posesión de este contenido, la pena es de hasta diez años de reeducación mediante trabajo forzado.

Otro blanco de la ley es la pornografía, que siempre ha sido duramente castigada en Corea del Norte. El artículo 29 dice que cualquiera que mire o posea pornografía o “libros, fotos e imágenes que prediquen sexo o superstición” será sentenciado a entre 5 y 15 años de trabajo forzado.

Se contempla un período indefinido de este mismo castigo para quienes importen o distribuyan contenido, y, llegado el caso, la ejecución dependiendo del volumen o de que se haya organizado o fomentado la visualización colectiva de ese material.

La ley también castiga la elaboración de contenidos pornográficos con un período indefinido de reeducación.

El artículo 30 apunta al contenido de países que son “inconsistentes con la ideología y cultura socialista y con nuestras formas de vida”. Esta es una categoría general más amplia que puede incluir contenido considerado ofensivo incluso si proviene de países amigos. Ver o poseer este material conlleva una pena de hasta cinco años en un campo de reeducación, mientras que importar y distribuir dichos contenidos puede implicar un castigo de 5 a 15 años de trabajo forzado.

Influencia cultural

El artículo 32 de la nueva ley va más allá del simple consumo de contenido de medios de comunicación de Corea del Sur y apunta al impacto que ha tenido esa influencia en la sociedad al afirmar:

“Aquel que hable o escriba al estilo de Corea del Sur, cante una canción al estilo de Corea del Sur o produzca materiales impresos en una tipografía de Corea del Sur será castigado con entrenamiento o reeducación mediante el trabajo durante un período de hasta dos años dependiendo de las circunstancias." La diferencia entre “entrenamiento” y “reeducación” no es clara.

Según los desertores, el uso de la jerga de Corea del Sur, especialmente entre los jóvenes, es una de las cosas que más vigilan los servicios de seguridad en las inspecciones callejeras de los teléfonos celulares inteligentes. Ser atrapado hablando en jerga surcoreana o escribiendo mensajes de texto, por ejemplo, puede suponer una sentencia de hasta dos años de reeducación.

El artículo 33 apunta a aquellos que hacen la vista gorda ante cualquiera de estas actividades ilegales al establecer que cualquiera que tenga conocimiento de la importación, la distribución o el consumo de contenido de medios extranjeros o de pornografía y no lo informe puede estar sujeto a la misma pena de reeducación a través del trabajo aunque la duración no está definida en el documento.

Contenido norcoreano y teléfonos chinos

Según la nueva ley, no solo el contenido extranjero puede causar problemas a los norcoreanos. El estricto control del régimen sobre los medios y los mensajes significa que hay momentos en los que incluso cierto material producido en el país puede ser prohibido. Uno de los ejemplos más conocidos de esto fue cuando se eliminó a Jang Song Taek [N. del E.: tío y mentor de Kim Jong Un] de todos los registros de medios estatales luego de su arresto y ejecución en 2013.

La nueva ley incluye un artículo dirigido a la distribución y el visionado de contenidos nacionales que “hayan sido suspendidos a nivel nacional” y les asigna una pena de al menos tres meses de reeducación. Esto sugiere que existe un mercado (doméstico) para el contenido publicado por los medios estatales que luego se retira de circulación.

El mismo castigo también se aplica a otros tres actos: hacer grabaciones o tener material impreso de forma ilegal, poseer un teléfono móvil extranjero e instalar un “programa de manipulación de teléfonos móviles” (formas de eludir las restricciones de la red móvil nacional).

Multas financieras

Por último, existe una serie de multas previstas en la ley dirigidas tanto a personas como a instituciones.

Todos los televisores, las radios y las computadoras personales en Corea del Norte deben estar registrados ante las autoridades. Los televisores y las radios traídos del extranjero son modificados para que no puedan sintonizar estaciones de transmisión extranjeras, y en las computadoras se instala un software de vigilancia, aunque algunos desertores dicen que es común que los ciudadanos ignoren estos requisitos de registro y que, en cambio, mantengan en secreto esos dispositivos o sobornen a los funcionarios encargados del control para que no instalen el software de vigilancia.

Según la nueva ley, se pueden imponer multas de 10.000 a 50.000 won norcoreanos por ver o tener material norcoreano que haya sido retirado de circulación; de 50.000 a 100.000 wones por usar un televisor, una radio o una computadora que no haya sido inspeccionada y registrada por las autoridades, o por usar un teléfono móvil con una aplicación de bloqueo de propaganda u otro contenido “impuro”; y de 100.000 a 200.000 wones por crear fotografías, dibujos o escritos que “no se ajusten a nuestras formas de vida y costumbres nacionales” o por educar a los hijos “de manera irresponsable”.

A las instituciones, organizaciones y lugares de trabajo donde ocurren los delitos se les imponen multas más grandes.

La mayor, entre 1 millón y 1,5 millones de wones, es por “crear un espacio para traer y distribuir ideología y cultura reaccionarias, violando el orden establecido”. Esto incluye ignorar las inspecciones de equipos electrónicos, de radio, TV o de impresión importados o por “no controlar correctamente la gestión de Internet o de la red informática”.

Este último parece estar dirigido a la supervisión laxa del uso de Internet por parte de empleados y estudiantes de instituciones con acceso, como empresas de comercio exterior y universidades.

Se amenaza con una multa menor de entre 500.000 y un millón de wones a las organizaciones que ignoren las normas sobre registro e inspección de equipos electrónicos, radios, televisores y de impresión.

También se puede ordenar a las empresas y organizaciones que suspendan sus negocios o cierren sus puertas si se considera que las infracciones son lo suficientemente graves. El artículo 39 permite al Estado confiscar el dinero obtenido mediante cualquier acto que viole la ley.

Además de las multas, la nueva ley también se dirige a los trabajadores. Los funcionarios de aduanas que permitan el ingreso de contenido extranjero al país y los maestros o gerentes de organizaciones o escuelas donde los trabajadores y estudiantes son sorprendidos con contenidos en infracción pueden ser forzados a trabajar sin cobrar remuneración, ser degradados de categoría o despedidos por haber permitido que ocurrieran esos delitos.

Conclusión

Nunca se ha publicado el marco legal completo de Corea del Norte referido a contenidos y cultura extranjeros, pero según lo que se conoce hasta ahora, esta nueva ley representa un avance significativo en los castigos. Junto con las restricciones fronterizas, da la impresión de que el Estado norcoreano ha aprovechado la pandemia para reforzar su control sobre los ciudadanos. Es un desarrollo preocupante y podría representar una amenaza real para los esfuerzos futuros de obtener información sin censura del país.

Notas:

[1] - “Se celebró la 12.ª reunión plenaria del 14.° Presidium de la Asamblea Popular Suprema de la RPDC”, KCNA, 5 de diciembre de 2020.

[2]- Ibidem.

Traducción: Agustín Menéndez
Edición: Florencia Grieco

Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no representan necesariamente la opinión de CADAL.

Martyn Williams

Martyn Williams es miembro del Stimson Center, donde trabaja para el proyecto 38 North. Sus  intereses principales son la tecnología, la infraestructura y la propaganda de Corea del Norte. En 2010 lanzó el sitio web North Korea Tech desde Tokio y actualmente tiene sede en California.

 
 
 

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