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Corea del Norte bajo la lupa

13-06-2022

Sobrevivientes de la esclavitud moderna: las mujeres norcoreanas y el comercio sexual en China

(Daily NK) Las provincias del norte de Corea del Norte limítrofes con China y Rusia son las más pobres del país, y las mujeres que viven allí son especialmente vulnerables. Impulsadas por la escasez de alimentos y las condiciones de vida, las pocas que logran escapar a través de traficantes de personas corren el riesgo casi seguro de ser vendidas, sufrir abusos y ser víctimas de matrimonios forzados. El libro de la periodista Sylvia Yu Friedman, A Long Road to Justice: Stories from the Frontlines in Asia, reseñado a continuación, reúne testimonios directos de mujeres norcoreanas que permiten hacer foco donde tiene lugar el tráfico sexual: China.
Por Rob York

(Daily NK) “Me siento honrada de haber conocido a tantas personas extraordinarias en el este de Asia y en todo el mundo”, escribe Sylvia Yu Friedman cerca del final de A Long Road to Justice: Stories from the Frontlines in Asia. “He tenido el privilegio de entrevistar a sobrevivientes de la esclavitud moderna que han experimentado lo indescriptible… Me han llevado por un largo camino hacia la justicia: contar las historias no contadas de los sobrevivientes de la esclavitud humana y ayudar a llevar atención, financiamiento y cambio a aquellos que sufren”.

Solo un capítulo del libro de Friedman habla directamente de las mujeres norcoreanas. Sin embargo, leer ese capítulo en 2022 es notable, y no solo por la tragedia inherente de las mujeres norcoreanas vendidas como esclavas sexuales. Desafortunadamente, muchos de nosotros hemos sido conscientes de esta tragedia durante muchos años y el camino hacia la justicia para ellas todavía parece largo y con pocas señales de llegar a un destino satisfactorio.

Pero esto también podría decirse de las otras mujeres que han sobrevivido al comercio sexual. El libro está dividido en tres partes, la primera relata las experiencias de la autora informando sobre el comercio sexual en China y una red de misioneros y trabajadores de una ONG (denominados "Puerta de la esperanza" en el libro) que intentan rescatar a las mujeres forzadas y/o engañadas para vender sus cuerpos. Los factores profundamente arraigados que contribuyen a esto –a que las mujeres entren en este comercio, pero también a que los hombres las seduzcan y atrapen en él–, no son solo financieros sino también morales: una de sus fuentes señala que quienes atrapan a las mujeres en el comercio sexual a menudo no tienen ninguna idea de que lo que están haciendo está mal.

Los capítulos intermedios documentan el problema histórico del comercio sexual en Asia, comenzando con las "estaciones de consuelo" japonesas durante la guerra, la búsqueda del reconocimiento internacional de esta atrocidad y los intentos de reconciliación entre las mujeres de consuelo (o mujeres de confort) con el gobierno de Japón y veteranos del ejército imperial japonés que incluiría un acuerdo acerca de su papel en ese sistema. Si bien esta sección puede parecer fuera de lugar entre los relatos de Friedman sobre los horrores del tráfico de personas en la actualidad, la usa para demostrar de manera efectiva cómo, cuando no se abordan, semejantes atrocidades pueden agudizarse y generar animosidad en las generaciones posteriores.

En la sección final del libro examina aspectos del problema hoy, y es aquí donde aborda el tráfico de mujeres norcoreanas junto con el tráfico de mujeres en Hong Kong y el sudeste asiático. Que las mujeres, especialmente de las provincias del norte de Corea del Norte, sean compradas y vendidas no sorprenderá a quienes recuerdan el informe de la Comisión de Investigación de las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos en la República Popular Democrática de Corea en 2014: algunas de las secciones más terribles de ese sombrío documento se referían a estas mujeres. Tampoco será una sorpresa para los familiarizados con las memorias de los desertores de los últimos años.

Las mujeres de las provincias más septentrionales de Corea del Norte, impulsadas por la desesperación derivada de la escasez de alimentos y la falta de apoyo social o gubernamental, son vendidas a hombres que abusan de ellas, obligándolas a pensar en escapar aunque eso signifique abandonar a los hijos que han tenido con sus maridos abusivos. Y, sin embargo, el problema perdura. Uno se siente tentado a decir que el problema es la falta de atención del mundo exterior, y una mayor atención sin duda podría resultar beneficiosa, pero en realidad el problema es dónde tiene lugar el tráfico: China.

Las mujeres norcoreanas son engañadas o forzadas a matrimonios abusivos con los hombres jóvenes de la generación de la política de hijo único en China, que no logran encontrar pareja porque sus contrapartes femeninas fueron abortadas, víctimas de infanticidio o simplemente regaladas.

La República Popular China se resistió a la cooperación en este asunto cuando se publicó el informe de la ONU en 2014, como lo demuestra su veto a las medidas punitivas que se presentaron ante el Consejo de Seguridad ese año. Y esto fue cuando las relaciones de Beijing con Washington y sus amigos y aliados eran relativamente buenas: desde 2018 se han agriado por cuestiones relacionadas con el comercio, las amenazas de la República Popular China contra Taiwán y el propio historial de derechos humanos de Beijing. La reacción virulenta del Partido Comunista chino a las críticas a sus políticas en Hong Kong y Xinjiang nos dice todo lo que necesitamos saber sobre cómo reaccionaría ante una mayor atención a la trata dentro de sus fronteras, sin mencionar el trato que reciben las mujeres norcoreanas engañadas o coaccionadas en matrimonios abusivos con las “ramas desnudas” de China: hombres jóvenes de la generación de la política del hijo único que luchan por encontrar pareja para casarse porque sus contrapartes femeninas fueron abortadas, víctimas de infanticidio o simplemente regaladas.

¿Hay alguna razón para el optimismo? Friedman sugiere que la tolerancia de la República Popular China hacia los norcoreanos que viven en su territorio está disminuyendo, y hay un impulso cada vez mayor no solo para mantenerlos fuera de China, sino también para castigar a los chinos que los albergan. Hay mucha evidencia de que el régimen de Kim Jong Un ha tomado medidas enérgicas contra la migración hacia el exterior, reduciendo considerablemente la cantidad de deserciones incluso antes de que sellara la frontera con China en 2020, atrapando efectivamente a todos los hombres, mujeres y niños dentro de su territorio. Estos dos desarrollos deberían resultar en menos mujeres norcoreanas traficadas o forzadas a matrimonios abusivos con hombres chinos, menos muriendo mientras intentan escapar de los regímenes que las deshumanizan, y menos hijos que nacen apátridas.

Eso no significa que no vaya a haber ninguna. Las fuentes con las que hablé dijeron que 2020 fue en realidad un momento en que para los norcoreanos en China se volvió más urgente escapar de allí, pero que las organizaciones involucradas en ayudar a ayudar a las evacuaciones comenzaron a reducirse con la propagación de un virus en el aire entonces misterioso; tal renuencia es comprensible, aunque tuviera consecuencias trágicas.

Además, la prevención del abuso a través de represiones aún más tiránicas por parte de los regímenes de Corea del Norte y de la República Popular China parece menos una solución y más un problema que reemplaza a otro. China sigue teniendo una gran población masculina con perspectivas de matrimonio desfavorables, Corea del Norte sigue azotada por la inseguridad alimentaria, y las respuestas preferidas de ambos países a las contingencias son tomar medidas cada vez más severas contra las víctimas. Además, suponiendo que la cantidad de mujeres que escapan a Corea del Norte haya disminuido, puede ser temporal, ya que en tiempos de insatisfacción Pyongyang ha permitido que la migración a China funcione como una “válvula de seguridad” que permite que los descontentos se vayan y no causen problemas.

Friedman señala en su capítulo sobre las norcoreanas que uno de los contrabandistas que la ayudó a hacer conexiones con mujeres traficadas fue capturado, arrestado y torturado en Corea del Norte, y que esto reforzó aún más su “resolución a seguir poniendo de relieve a las mujeres traficadas para que sus historias puedan llegar a personas de todo el mundo y, con suerte, conducir a una acción positiva”.

¿Cuál sería la acción positiva? Ella sugiere al final del libro que los lectores pueden comenzar a hacer algo a través del voluntariado, las donaciones y la educación sobre temas importantes, no solo el tráfico sexual:

●     En Seúl, la administración entrante de Yoon no solo debería aumentar el apoyo social a los desertores, sino también defender su presencia en Corea del Sur. Esto requerirá enfrentar los argumentos de que el apoyo a los desertores debería ir en realidad a los ciudadanos surcoreanos, así como los estigmas sociales contra las mujeres que han sido traficadas u obligadas a realizar actos sexuales para Internet. El propio presidente electo Yoon podría hacer esto y, con suerte, alentar más deserciones, emulando a Ronald Reagan cuando habló de los inmigrantes.

●     Estados Unidos debería priorizar la aceptación de los desertores de Corea del Norte, que se ha rezagado durante mucho tiempo y se detuvo bajo la administración anterior. Muchos de los norcoreanos que han llegado al país han prosperado; más merecen esa oportunidad.

●     Corea del Sur, Estados Unidos y otros países donde los desertores norcoreanos son propensos a asentarse deberían inyectar fondos para brindarles servicios sociales.

●     El tratamiento de las mujeres atrapadas en el tráfico sexual, no solo de las norcoreanas, debe unirse a la opresión en Xinjiang, el Tíbet, Hong Kong y a los disidentes para convertirse en parte de una narrativa general sobre el historial de derechos humanos de China. El Partido Comunista y sus funcionarios ciertamente protestarán, pero ya es abrumadora la evidenciade que no podemos ayudar a las víctimas de su opresión fingiendo que no está sucediendo.

El conmovedor y meticulosamente documentado libro de Friedman muestra que el camino hacia la justicia para las sobrevivientes del tráfico sexual (norcoreanas, chinas, del sudeste asiático o de cualquier otro lugar) es realmente largo y lleno de obstáculos. Sin embargo, esa no es razón para abandonar la esperanza; el camino seguirá siendo largo si evitamos andarlo.

Traducción: Agustín Menéndez
Edición: Florencia Grieco

Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no representan necesariamente la opinión de CADAL.

Rob York
Director de asuntos regionales en el Foro del Pacífico en Honolulu, Hawai, y ex editor de producción del South China Morning Post. Es candidato a un doctorado en historia coreana por la Universidad de Hawai.
 
 
 

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